Economía

Problemas españoles presentes y urgentes

Da la impresión de que las cuestiones a largo plazo no se tienen en cuenta, a pesar de ser de obligado cumplimiento

El análisis de una serie de problemas económicos españoles muy serios presentes exige un análisis urgente, para orientar la superación del riesgo de que, si se les ignora, aparezca una auténtica catástrofe sobre España.

Refirámonos, primero, a la pésima política presupuestaria que ha desarrollado el Gobierno de Sánchez, que buscó una especie de provocación en los erróneos planteamientos llevados a cabo por Rodríguez Zapatero. Nos encontramos en el área del euro y, automáticamente, la incrementada cifra de nuestra deuda pública exige correcciones que no pueden ser ignoradas. Tomemos nota de las declaraciones efectuadas, en su visita a Madrid, del gran economista Arrow, quien manifestó en una entrevista publicada en El País el 9 de septiembre de 1983, que «muchas de las cosas que están pasando están más bien determinadas por las intervenciones gubernamentales que por las propias fuerzas económicas». La importancia de esta frase de Arrow es extraordinaria, pues vio clara la existencia, en España, de muy serios problemas económicos, en parte derivados de la ignorancia por los políticos. Muy interesantes son, igualmente, los debates sobre el modelo del equilibrio general, desarrollados en el artículo de Arrow y Debreu, Existence o an equilibrium for a competitive Economy (1954, Econometrica).

Con la cuestión de la guerra en Ucrania, surge la reacción obligada de un mayor gasto en el sector de la defensa nacional; y, sin soslayar esto, es preciso desarrollar expansivamente nuestro comercio exterior, con el fin de reducir la alta tasa de desempleo que tenemos –impresiona contemplar la columna de Unemployment en el The Economist–, realmente, de magnitud angustiosa. Añádase que hemos alterado, también, el saldo de la balanza comercial, que ha dejado de ser positivo.

Todos estos factores negativos frenan el desarrollo. Y, mientras, para mantenerse en el Gobierno, el presidente Sánchez acepta el apoyo político de dirigentes de regiones españolas, de peso en todos los aspectos de nuestra vida económica –como es el caso de Cataluña, País Vasco y Navarra–, derivándose, de inmediato, la ruptura de la uniformidad del mercado económico interior español. Nada menos que desde tiempos de Adam Smith se sabe que cuando surge eso, cae forzosamente la productividad y, con ello, multitud de problemas adicionales pasan a complicar nuestra situación en el ámbito globalizado.

Da la impresión de que las cuestiones a largo plazo no se tienen en cuenta, a pesar de ser de obligado cumplimiento. Véase la natalidad que está amenazada con esa cifra de prácticamente solo 1 niño por mujer en edad fértil, y más, tras una serie de decisiones legales –una es la disposición sobre el aborto–, que añaden factores para orientar a la población joven española. El único freno es la inmigración, y con ella el nacimiento de un panorama nuevo que exige, con claridad, resolver problemas sociales de enorme significación: véase lo recientemente sucedido en Melilla.

Percibimos también el desprecio del Reino Unido, respecto al problema de Gibraltar –precisamente en estos momentos del Debate con la Unión Europea del Brexit–, que, por estar en la UE Gibraltar, va a depender de lo acordado, por ahora, a espaldas de los intereses de España, y concretamente de Andalucía y de la Bahía de Algeciras. Y no digamos con lo que sucede con la cesión a Marruecos del Sahara español, con más de 900 kilómetros de costa, lo que significa, automáticamente, una reducción del dominio del Atlántico, afectando a las posibilidades de materias primas y de pesca en esa región, al futuro de la economía, y a otras muchas cuestiones de Canarias. Asimismo, se abandonan las posibilidades de recursos mineros existentes en el Sahara; y, la guinda, el choque político con Argelia.

Fruto de todo, los Estados Unidos han ampliado su respaldo a Marruecos, y automáticamente, eso significa una caída del peso internacional de España, aunque no se debe ignorar que, la combinación de la existencia de la Constitución de 1978, nuestro ingreso en la UE, y el complemento de la OTAN, han dado origen a una posibilidad de desarrollo económico, aunque menor de todo lo que pudo haber sido, de haber existido una buena política económica.

El reunirse todas estas cuestiones, obliga a un replanteamiento radical de nuestra política, no solo de la económica. Estamos acercándonos a aquel momento histórico que nació, tras el cataclismo surgido en el Caribe y en Filipinas en 1898.

Más de un país supo salir del hundimiento, gracias al oportuno cambio político. Un caso clarísimo fue lo sucedido creando la actual Alemania, hoy de nuevo gran potencia económica y política, pese a haberse derrumbado lo creado a partir de 1870 por Bismarck y lo hundido, tras el fracaso de la I Guerra Mundial y los disparates de Hitler.

Juan Velarde Fuertes es economista y catedrático