Opinión

A Sánchez solo le quedan los indiferentes

Pedro Sánchez ha reseteado la dirección que aprobó el congreso de hace un año. Sin embargo, los votantes no parecen muy entusiasmados ante este movimiento a tenor de los resultados de las encuestas publicadas en los últimos días. En todas ellas, el PP supera ampliamente al PSOE en votos y escaños.

La última ha sido elaborada para Antena 3 y de ella se desprenden dos conclusiones muy relevantes. En primer lugar, que con Feijóo el PP retiene a su electorado capta el de Ciudadanos y, además, recupera una parte importante de los que se habían fugado a Vox.

La segunda, muy significativa, es que Sánchez está mal valorado por los ciudadanos, es superado por Feijóo y por Díaz, se queda, en un 3,6 sobre 10, muy lejos del aprobado. Es evidente que el principal problema que tienen los socialistas es su líder.

La perspectiva de una nueva crisis, la inestabilidad política, los sainetes que un día sí y el otro también se producen entre los socios de gobierno o con los independentistas o los problemas que generan en las economías domésticas la subida de precios, podrían explicar la actitud crítica de la sociedad española con quien está al frente del gobierno en este momento.

Pero hay algo más, un elemento intangible que responde al componente emocional con el que los votantes toman decisiones. Sánchez no cae bien, otros, como González, Aznar o Zapatero tuvieron detractores, pero, de igual manera, sus defensores fueron muchos y muy beligerantes movidos por no solo por sus ideas sino por empatía con el líder.

Sánchez tampoco genera simpatías dentro del PSOE, no ha consolidado equipos estables, su sentido de la lealtad es demasiado relajado y no ha dudado en deshacerse de los más fieles cuando han dejado de serle útiles.

Por ejemplo, Adriana Lastra, que fue una pieza clave en la victoria de Sánchez sobre Susana Díaz, ha tenido una salida por la puerta trasera. Quería ser ministra, pero terminó de doméstica en la calle Ferraz y poco a poco fue excluida de los ámbitos de decisión. No ha sido la única que ha recibido el finiquito, otros “fontaneros” también han sido despedidos a pesar de haber jugado el papel de hooligans internos.

Al final, a Sánchez no le querrá nadie porque, como en una tragedia griega, liquidó a sus adversarios, y, después, a sus leales. Solo le quedan los indiferentes.