Opinión

Cambio en el gobierno

La lógica que resume el pensamiento político de Sánchez es mantener al electorado entretenido con noticias dignas de portada en los informativos de televisión. Puede ser el uso de corbata o las medidas de ahorro energético, anuncios con contenidos banales en algunos casos o importantes en otros, el caso es mantener la iniciativa política.

Luego espera a que la oposición responda, hay controversia y la opinión pública termina dividiéndose entre seguidores del gobierno y detractores.

Parece que Moncloa están ultimando una remodelación del gobierno. La decisión es el último coletazo que dejan las elecciones andaluzas. Después de los cambios en la dirección del PSOE, llegan en el gobierno.

De momento Sánchez lo ha negado, aunque ya sabemos que siempre niega lo que va a hacer después. Aunque el gabinete fue reestructurado hace un año y la mayoría de ministros no ha tenido tiempo de grandes errores, lo cierto es que a Sánchez le viene bien.

El protagonismo lo tendrá asegurado durante algunos días. Se hablará del perfil de los nuevos ministros, de las razones de la salida de los cesados y se hará todo tipo de cábalas sobre el aterrizaje en paracaídas de los salientes en las candidaturas municipales y autonómicas.

También se esforzará por transmitir aire de renovación y de gobierno fuerte para afrontar el duro otoño que espera la sociedad española con preocupación.

Pero estos cambios en beneficio exclusivo de su persona, propios del famoso manual de resistencia, pasarán de moda de las portadas en unos pocos días y será necesario, en ese momento, pensar en otra distracción mediática en la necesidad de cambiar los sondeos electorales que, a buen seguro, seguirán tozudos indicando cambio de ciclo.

Sánchez no puede evitar las malas previsiones porque no es la consecuencia de una u otra acción de gobierno o de algún error en concreto. Es una marea de fondo que viene fraguándose desde el mismo día en que llegó al poder.

Ante un PP destrozado por la corrupción y por las secuelas de la crisis de 2008, la moción de censura con los independentistas y el posterior gobierno de coalición con Podemos los electores no tenían alternativa a la que sumarse aunque la mayoría lo censuró.

En todo este tiempo, Sánchez no ha logrado conectar emocionalmente con la sociedad española y no se ha forjado la imagen de un dirigente sólido. Todo eso no lo arregla un cambio en tres ministerios.