Sociedad

Cómo ordenar una biblioteca (por ejemplo)

«El ansia de poner las cosas en su sitio se apodera de la vuelta a la realidad: un intento de inventariar para resituarse»

A estas alturas del verano, con la canícula ya desgastada, a muchos les da por ordenar. Recolocar armarios, reubicar muebles o cuadros, aligerar trasteros, qué se yo. El ansia de poner las cosas en su sitio se apodera de la vuelta a la realidad (o a la rutina o al ritmo más ágil o al tiempo más cierto) y despliega todo su ímpetu en un intento de inventariar para resituarse, de recomponer el escenario para tomar un impulso siempre bienvenido. Con cada objeto en su lugar se piensa mejor. O no. Pero al menos presume un esforzado propósito para lograrlo. En cualquier caso y, arrebatada por uno de esos afanes organizadores, emprendí la tarea de reclasificar la biblioteca de casa (ya muy clasificada, reconozco, aunque nunca suficiente). Un cometido tan arduo como placentero, tan (literalmente) pesado como delicado. El recorrido por los libros propios tiene mucho de itinerario personal, con ráfagas de momentos, estados de ánimo, emociones y recuerdos agazapados entre las páginas, diseminados por los capítulos o resguardados bajo los títulos. Las novelas francesas mejor dejarlas aquí, en esta balda, los ensayos más arriba, el espacio de honor para el escritor favorito, otro para Woolf, el de Gornick, los recientes descubrimientos que van siendo clásicos particulares junto a esas lecturas que tan cruciales fueron en otra década y que guardan el valor de lo que representaron y ya no. Amoldar y contemporizar. Algunos regalos y muchas compras (eso siempre) por referencias, por recomendaciones, por intuición o por impulso, bastantes porque sí. Libros que llegaron y esperaron su tiempo, el adecuado, el que les tocaba; unos que enseñan y otros predestinados al arte de desaprender; algunos para el deleite y otros para la angustia, para recapacitar, para especular o para emocionarse. Y así llegué a la reflexión de Calasso en su «Cómo ordenar una biblioteca» y la advertencia de que «el orden perfecto es imposible, sencillamente porque existe la entropía. Pero sin orden no se puede vivir». El escritor italiano delimita la simetría entre la estructura y la confusión. Ni poseídos por un espíritu asfixiante ni desmadejados en el caos: el equilibrio que aspira a que cada elemento se acomode en su espacio. Ordenar los libros, ordenar la vida. ¿Qué diferencia hay?