Economía

Culpas neoliberales

El antiliberalismo hegemónico quiere imponer una única forma de ver el pasado

Con visible admiración, Andrea Aguilar entrevistó en «El País» a Nelly Richard, «académica y teórica cultural», que «ha construido uno de los discursos más sólidos y mejor articulados en torno al arte, la política y la memoria». La cosa prometía.

Para doña Nelly, lo malo es el neoliberalismo, que define así: «una doctrina económica y una técnica de gobierno que produce saberes funcionales que se ajustan a la dinámica del mercado. El paisaje del conocimiento pasa a ser tecnificado y deja pocos recursos para el arte y la estética. La sociedad de consumo y el capitalismo hiperintensivo domestican la subjetividad…el mercado dicta los gustos y las preferencias».

Empezando por el final, el mercado no «dicta» nada, porque no puede imponer nada: si un empresario fuerza a los clientes a comprar, va preso. Donde hay fuerza es precisamente donde no hay mercado. Pero a la académica Richard le parece que todo es mercado. Resulta que la coacción política y legislativa es considerable, los Estados democráticos son los más grandes de la historia, y nunca los ciudadanos han pagado más impuestos. Pero el pensamiento único repite la fantasía de que el mercado es hegemónico, y el capitalismo es «hiperintensivo». Me pregunto cuánto más tiene que crecer el Estado para que el pensamiento único empiece a cuestionarse sus dogmas.

Hablando de hegemonía, la académica mejor articulada sostiene que en la memoria «el neoliberalismo lo quiere borrar todo». Quien borraba la memoria, doña Nelly, seguro que usted lo recuerda, era el comunismo, que borraba todo, el recuerdo y la vida de quienes el poder decidía que había que matar y olvidar.

En las sociedades democráticas, como es lógico, nadie llega a esos extremos, pero lo que está sucediendo con la llamada memoria histórica o democrática no es que el liberalismo esté borrando nada, sino que el antiliberalismo hegemónico quiere imponer una única forma de ver el pasado. Eso sí que es borrar, es una memoria selectiva que recurre al pasado para promover una agenda política en el presente. El uso político de la historia queda patente en la señora Richard: «No basta con conmemorar, hay que volver a dotar de energía al recuerdo, entablar una conversación con un presente disconforme». Por si no estuviera claro, doña Nelly Richard añade: «la palabra reconciliación me genera dudas».