Opinión

«Como eres tibio, te vomitaré de mi boca»

«Donde no hay convicciones, todo es cálculo». Esta máxima es una manera de definir una realidad muy presente en la vida política actual, donde parece que lo correcto es ser moderado o mejor «moderadito»; es decir, estar alejado de la radicalidad, identificando dicha posición con la intolerancia, el extremismo y el maximalismo. De hecho, en esa afirmación se basa la dictadura del relativismo, que no acepta existan verdades absolutas, lo que lleva a una sociedad líquida, formada por individuos sin convicciones sólidas ni principios firmes. Por supuesto, el primer enemigo de dicha dictadura es la Iglesia Católica y sus fieles seguidores, a quienes su fundador Jesucristo les enseñó «ojalá fueras caliente o frío, pero como eres tibio, te vomitaré de mi boca». Eso, además de decirles que Él es «el camino, la Verdad y la vida», lo que no deja mucho margen de maniobra a ese omnímodo relativismo más allá de lo no poco razonablemente opinable.

La carencia de convicciones sólidas y reconocibles han producido fenómenos políticos del que el más reciente y significativo en España ha sido el del partido Ciudadanos, que pasó de ganar las elecciones autonómicas en Cataluña en diciembre de 2017 a ser un partido prácticamente desaparecido en la actualidad, e igualmente a nivel nacional, donde ha pasado en abril de 2019 de ser la tercera fuerza política nacional y al borde del sorpasso al PP, a ser prácticamente residual en noviembre. Es la consecuencia de definir tu identidad simplemente como equidistante en relación a las de tus vecinos, lo que es confundir el fondo con las formas. Para ello, el adagio latino «suaviter in forma, fortiter in re» (mano de hierro en guante de seda) es la respuesta adecuada. El principio de la física sobre la «acción-reacción» es aplicable a las conductas humanas como respuesta a los proyectos políticos, y así observamos un creciente despertar de partidos calificados de «derecha» o «ultraderecha» solo porque se apartan del dogma de la corrección política y no se someten a la dictadura relativista que se impone en la sociedad.

El fenómeno Meloni en la florentina política italiana es por ello particularmente llamativo y se suma a los resultados producidos en otros países europeos distintos y distantes, como Suecia, y Hungría, por ejemplo. Definirse Giorgia Meloni como «italiana, mujer, madre y cristiana» es una enmienda a la totalidad de este lenguaje inclusivo, ideológico y ridículo que se nos pretende imponer desde proyectos políticos herederos del marxismo cultural, donde ya no hay hombres y mujeres, niños niñas, sino LGTBIQP. Y además, cambio climático.