Política
Declaración de amor de balcón a balcón
Esos chicos, y las chicas que respondieron, estaban celebrando su particular berrea y se metieron unos señores con cuernos de por medio para estropearles la fiesta
Hay peores «piropos» que los que dedicaron los chicos del colegio Ahuja a las chicas del Santa Mónica, palabras que me abstengo de reproducir porque han parecido, así, fuera de contexto, de mal gusto, aunque ellas no son de la misma opinión, así que quién soy yo para sostener lo contrario. Hasta el presidente del Gobierno entró en la polémica. Nuestros políticos son de una infantilidad agobiante, todo lo convierten en política, de tal manera que una idiotez juvenil se convierte casi en un atentado al que hay que condenar y dedicarle unas frases del manual antiincendios. Pero quién se ha creído que son Pedro Sánchez, Feijóo (no vaya a ser que digan que el PP es machista), Irene Montero, que hablaba incluso de «cultura de la violación» o el ex ministro Ábalos (¿perdona?, ¿Ábalos?) Solo faltaba Torrente. Al magnificar el caso estaban frivolizando los verdaderos problemas, manchando, de alguna manera, las tumbas de las muertas por violencia de género, el dolor de las que sí han sido violadas.
Esos chicos, y las chicas que respondieron, estaban celebrando su particular berrea y se metieron unos señores con cuernos de por medio para estropearles la fiesta, gente que no ha visto «Desmadre a la americana» (John Landis, 1978), o la saga de «American Pie» (Paul y Chris Weitz, la primera de 1999 y la última de 2012) por la que se te quitan las ganas de saborear una tarta de manzana después de una escena realmente guarrilla. Me pregunto si Hollywood exportaría hoy ese tipo de películas descacharrantes sin clasificarlas X.
Luego pensarán, los políticos, por qué los jóvenes no les votan. La respuesta es sencilla: porque los políticos son unos señores, señoras y señoros que andan todo el rato abrocándonos. Esto no se toca, esto no se dice, esto no se fuma, esto no se bebe, y además si lo haces te conviertes en una mala persona que sólo merece ser borrada, cancelada que se dice ahora. Son unos viejóvenes terribles, más reaccionarios que sus abuelos, más letales que los correazos de un mal padre. A su lado, una monja es, en realidad, Whoopi Goldberg.
Solo Ayuso, a la que Sánchez premió con castigarla hasta sangrar en los presupuestos, puso un punto de cordura en el debate. El resto de declaraciones de nuestros padres (y madres) de la Patria (y de la Matria) fueron fábricas de crear sexistas. Su legado será un puñado de leyes absurdas que provocarán un efecto boomerang. Guarden este artículo cinco años y comparen las estadísticas. Nos dejan un letal testamento.
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