Guerra en Ucrania

Amenaza nuclear. Eso sí que da miedito

El problema de Ucrania es ganar la guerra sin que Putin se cabree mucho

Las primeras noticias, de fuentes rusas, sobre la explosión en el puente de Crimea, obra magna de la ingeniería moderna, daban cuenta del incendio de una cisterna de combustible en un tren que transportaba gasóleo, seguido del estallido de un camión que circulaba en paralelo con el convoy ferroviario. Luego, los servicios antiterroristas rusos confirmaron que el camión iba hasta los topes de fertilizantes nitrogenados, a base de nitrato de amonio, el mismo producto que se llevó por delante el puerto de Beirut, y, a continuación, la maquinaria de la propaganda comenzó su minucioso trabajo de oscurecimiento. La rusa insiste en un atentado terrorista ucraniano y clama venganza. La ucraniana, en que fueron los propios rusos los que se volaron el puente como excusa para ejecutar represalias brutales. Hombre, que estalle accidentalmente una carga de fertilizantes no es algo frecuente pero ha sucedido algunas veces, como en Texas, en 2013, en Toulouse, en 2001, y el grande de Beirut, en 2020. También, el nitrato de amonio forma parte del arsenal básico de los grupos terroristas y todos recordamos el atentado provocado por Timothy McVeigh en Oklahoma City, cuando en 1995 destruyó un edificio federal empleando una furgoneta cargada con dos toneladas de nitrato de amonio. Así que, dados los estándares de seguridad rusos, lo más probable es que el calor desprendido por el incendio de la cisternas actuara sobre la carga de unos fertilizantes que reaccionan muy mal a las altas temperaturas. Ahora bien, dicho esto, la pregunta que se nos viene a la mente es por qué los ucranianos no han tratado de inutilizar un puente que es vital para la logística del Ejército ruso. Puede ser que no tengan los medios para hacerlo, pues el puente está protegido por una densa red de defensa antiaérea, pero, a tenor de otras operaciones ucranianas de larga distancia, con misiles, drones y helicópteros, no parece que sea la impotencia militar la causa más probable. Más bien, podemos colegir que hay ciertos objetivos en esta guerra que el gobierno de Zelensky se cuida mucho de destruir, no vaya a producirse la temida respuesta «nuclear táctica de baja intensidad», gilipollez terminológica de reciente acuñación, que elevaría el conflicto a niveles impredecibles, aunque sea dudoso que el presidente Biden se arriesgara a inmolar a su país, y a occidente, en un holocausto atómico para proteger a Ucrania. Pero, en fin, vivimos en un estado de miedo en el que anidan todos los temores y ahí tienen ustedes a los alemanes y a los británicos acaparando velas y acumulando leña, por lo que pueda pasar este invierno, si es que la gripe que viene no acaba antes con la humanidad, nos cae un meteorito o el cambio climático deshiela Groenlandia y hay que ponerse a nadar. Pero si los norteamericanos lanzaron las bombas atómicas sobre Japón fue, principalmente, porque nadie en el mundo podía responder con la misma clase de arma, situación que ya no se da. Fue lo que marcó la guerra fría, con la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada, aunque el Kremlin hiciera circular un documento en el que se afirmaba, textualmente, que tras el invierno nuclear se seguiría combatiendo. Con esto del puente de Crimea hay que ponerse en la piel de los estrategas ucranianos, obligados a ganar la guerra pero sin que Putin se cabree mucho.