Opinión

Hoy, Jesucristo Rey del Universo

Fue instituida esa Solemnidad Litúrgica por el Papa Pío XI con la Encíclica «Quas Primas» el 11 de diciembre de 1925, al cierre del año Jubilar establecido para conmemorar precisamente el XVI centenario de la celebración del Concilio de Nicea en 325 . Fue este encuentro un acontecimiento de particular relevancia en la bimilenaria Historia de la Iglesia por ser el primero ecuménico –es decir universal–, y ser el que condenó la herejía arriana, que negaba la Divinidad de Jesucristo. El siglo IV había comenzado con las terribles persecuciones del emperador romano Diocleciano, y se celebró gracias al apoyo del emperador Constantino, quien con el Edicto de Milán del año 311, había establecido la libertad religiosa en el Imperio. Debido a ello no pocos Obispos de los que asistieron al cónclave procedentes de todas las tierras cristianas, todavía tenían en sus carnes las marcas de las torturas padecidas durante aquellos terribles acontecimientos. En 1925, se vivían las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, que durante más de cuatro años había asolado gran parte del territorio europeo de la antigua Cristiandad, y el Papa Pío XI señaló las causas «supremas» que en su opinión la habían generado. Para él, este cúmulo de males que había invadido la tierra había sido porque «la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley divina, tanto en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado». Por ello aseguró que no cabría una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos, mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el Imperio de Jesucristo, único Salvador de la humanidad. «La paz de Cristo en el reino de Cristo» sería el objetivo del texto magisterial, apoyado en las Sagradas Escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento que afirman a cada paso la Realeza de Jesucristo, «especialmente en los corazones de los hombres». «Desterrados Dios y Jesucristo de las leyes y gobernación de los pueblos (…) no puede menos de seguirse una violenta conmoción de toda la sociedad...» Profética afirmación pues apenas 14 años después, en 1939, se desencadenaría la Segunda Guerra Mundial, precedida de la guerra Cristera en México al año siguiente –preludio de la Guerra civil española– entre 1926 y 1929, donde los cristianos morirían ejecutados al grito de «Viva Cristo Rey». Precisamente, en ese año de 1929, Jesucristo pidió, por medio de la Virgen, la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de su Madre por parte del Papa, para evitar la guerra mundial que estallaría diez años después. Malograda una providencial oportunidad para el bien de la humanidad.