España

Una persistente desigualdad

Lo que los estudios sobre este asunto nos enseñan es que el prometido dividendo económico de la descentralización no aparece por ninguna parte

H a publicado el INE su «Contabilidad Regional». En ella comprobamos que el PIB per cápita de España, con 25.498 euros, sólo llega al 78,6 por ciento del nivel de la UE, y que únicamente dos regiones –Madrid y País Vasco– superan ese nivel. Ya se ve que el devastador efecto de la crisis post-Covid, unido a las deficiencias de la política económica del sanchismo, nos ha dejado a casi todos los españoles fuera del juego europeo. Pero lo más relevante de esa estadística no es eso: una vez más los datos contables reafirman que persiste sin cambios la desigualdad económica entre las Comunidades Autónomas. Para que el lector se haga una idea, el PIB por habitante de los tres territorios más retrasados –Extremadura, Canarias y Andalucía– apenas supera el 54 por ciento del que se registra en Madrid, la región más avanzada.

Ahora que va a comenzar el año en el que a buena parte de los españoles nos van a llamar a votar en los comicios regionales y en el que, de paso, nos van a llenar los oídos de mensajes elogiosos acerca de lo que la autonomía suponen para nuestro bienestar, quizás convenga recordar que esa descentralización no ha tenido el menor impacto sobre el curso de la desigualdad territorial. Curiosamente, las diferencias interregionales se redujeron de manera muy importante en las tres décadas que mediaron entre 1950 y 1980, cuando el sistema político era en extremo centralizado. Pero luego, con las autonomías, esa aproximación entre las regiones según su nivel económico, se paralizó, de manera que llevamos otras tres décadas en las que no ha habido ningún acercamiento significativo entre ellas.

Lo que los estudios sobre este asunto nos enseñan es que el prometido dividendo económico de la descentralización no aparece por ninguna parte. Los españoles hemos mejorado nuestro nivel de vida todos a la vez, pero sin cerrar las diferencias interregionales. Claro que, el hecho de que esa promesa no se haya cumplido, no significa que vivir en unos territorios dotados de autonomía nos haya perjudicado desde el punto de vista económico. En realidad, la descentralización no ha afectado, ni para bien ni para mal, al bienestar económico. Y si estamos satisfechos con ella, pues ¡adelante!