Política

El año más peligroso de Sánchez

«Al ‘’jefe’' todos le dicen que lo hace muy bien y nadie le susurra al oído ‘’Memento mori’', porque no se atreven»

Hoy acaba el año político en el que Sánchez ha vivido más peligrosamente. Es verdad que en esta legislatura ha hecho cosas que aseguró que nunca haría, pero es bueno dudar de lo que dicen o hacen algunos políticos. No lo digo con ánimo de ofenderle. Es algo bastante común. La realidad es que las excepciones confirman la regla. En muchos casos hay, incluso, buenas intenciones, pero la realidad del ejercicio del poder, sobre todo en La Moncloa o puestos similares, transforma a la gente. Cuando están en la oposición prometen, prometen y prometen, pero al sentarse en el despacho presidencial surgen las excusas para los incumplimientos. No conozco ningún presidente que no haya tirado a la papelera algunos de sus compromisos. Otro problema es el cambio personal, porque el cargo imprime carácter y se produce un distanciamiento de la realidad al pasar a vivir en la burbuja de un palacio, un Falcon y una nube de asesores. Es habitual recordar la frase «Memento mori» que un sirviente susurraba al oído al general victorioso en Roma durante la República y el Principado. Es un concepto que enlaza con la vanidad y la arrogancia, porque, efectivamente, todos moriremos. No hay que dejarse llevar por la soberbia.

Hay una cierta sensación de invencibilidad cuando se ocupa el sillón presidencial. Los relatos mitológicos, no solo los grecorromanos, sino los de todas las culturas antiguas, siempre me han interesado, así como su proyección actual con las películas y series de superhéroes. Al final, los errores conducen al desastre y ningún político es un dios o semidios, sino mortales que a veces se distancian de la realidad. La fuerza propagandística monclovita unida a los fervorosos acólitos mediáticos, muchos eran fervorosos antisanchistas hasta que ganó la moción de censura, conduce a pensar que el cielo es el límite. En este caso, a golpe de reales decretos, fondos europeos, subidas de las pensiones o de los sueldos a los funcionarios, cheques electorales… Al «jefe» todos le dicen que lo hace muy bien y nadie le susurra al oído «Memento mori», porque no se atreven. Hemos recuperado el sistema de gobierno del Antiguo Régimen, donde la proximidad al soberano era el triunfo y el alejamiento el fracaso. Me viene a la memoria la tragedia «Coriolano» del genial Shakespeare.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).