Pedro Sánchez

En los mundos de Sánchez

Confía, al parecer, en que los problemas se solucionen mediante conjuros y brujería, lo cual evita tomar medidas de alcance y consecuencias de lo que se hace

Sofía está empezando a sospechar que el Gobierno se mueve en una dimensión más próxima al realismo mágico que a la gestión razonable de la cosa pública. En los mundos de Sánchez, los monstruos feroces se alimentan de galletitas y aceptan dóciles los afectos como pago a sus servicios. Confía, al parecer, en que los problemas se solucionen mediante conjuros y brujería, lo cual evita tomar medidas de alcance y consecuencias de lo que se hace. En los mundos de Sánchez nada sale mal, porque si algo se tuerce en el camino se estira el mapa y, «voilá», rectitud recuperada.

Estos días atrás daban ya por muerto el cansino procés, y resulta que, como en la famosa rumba peretiana, no estaba muerto, estaba de parranda. Y para demostrárselo, los colegas parlamentarios de Esquerra se la montaron en el vestíbulo de la cumbre hispano francesa. Es verdad que a Esquerra la cosa le salió regular y tuvo Junqueras que ser extraído de la fiesta entre insultos de botifler y reivindicaciones de nuevo encarcelamiento, pero le plantaron una mani delante. El mismo «president» que saludó a Macron recordándole lo de la independencia y a Sánchez con la matraca de que el proces no ha terminado, y tal, tenía fuera a los suyos con los gritos y las pancartas.

¿Afeó Sánchez que su aliado estuviera en misa y repicando? Al contrario. Su percepción de la realidad estimó que lo que tenía era que agradecerle a Aragonés que hubiera estado recibiendo a Macron. Y añadió algo un poco enigmático, hasta críptico le parece a Sofía: «no como otros presidentes autonómicos». Imposible saber a quién se refería. Imposible precisar quién o quiénes desde una autonomía se habrán negado a recibir a un líder de estado. Porque el único que hace esas cosas, por ejemplo con el Rey de España, es precisamente el Aragonés citado.

En los mundos de Pedro Sánchez, en los que se normaliza el digodiego y el embudo es la ley, legislar a la carta es reforzar la democracia y la culpa de los errores la tiene quien los critica. Cuestionar siempre es incendiar y la crítica, que en buena ley mejora y descontamina, una declaración institucional de guerra.

Estima Sofía que tiene mucho de infantil esa realidad paralela, como de realismo cutre en que las cosas se resuelven por arte de magia –de ahí lo de mágico, no se crea el lector que ella pensaba en otra cosa– y que ejemplos de tal cosa brotan casi a diario.

Enuncia en Davos Sánchez la necesidad de corregir desigualdades en un discurso elogiado y elogiable, tanto que hasta pone sobre el tapete de foro tan principal algo que nunca se había contemplado así: quizá haya que revisar algunos dogmas esenciales del mundo capitalista. Pero esta llamada a la conciencia del fracaso, poco se compadece con lo complicado que resulta en su país que quien lo necesita acceda a las ayudas y nada casa con que él mismo impulse legislaciones abiertamente desiguales, tanto, que en beneficio de sus compadres regale libertad a corruptos condenados o por condenar.

Dicen sus aduladores que eso es coraje político, pero no son valientes los que ignoran las consecuencias de sus actos. Al contrario, el coraje es enfrentarlas.

Señala sabia Carmena cómo eso tan del Gobierno, tan de Podemos y este PSOE, de la alergia a la rectificación, hija de su negativa a salir de su realidad paralela o mágica, es infantil.

Lo ha pensado Sofía muchas veces: los jóvenes de Podemos siguen moviéndose en los mismos esquemas de utopía asamblearia que cuando eran un embrión el 15M. Igualito. Lo malo es que han terminado transmitiendo ese infantilismo a la otra parte del Gobierno. O eso parece. Y por mucho que se esfuerce en mostrarse comedido, no se escapa Sánchez a esa influencia y sigue navegando en la simpleza argumental de la descalificación y el desvarío irreal de la infalibilidad.

Claro, le podríamos decir a Sofía, que todo esto no es sino fruto del juego político contaminado por la proximidad de citas electorales. Y razón no nos faltaría. Pero probablemente nos responda ella que ni siquiera en los tiempos convencionalmente mentirosos de campaña o pre campaña, sea de recibo esa exhibición impúdica de desprecio a una sociedad en crisis, que tiene problemas para ajustar el presupuesto en casa, que no ve más que un horizonte de incertidumbre que no casa con el optimismo oficial, que no percibe la bajada de precios que se supone habría de venir tras las últimas medidas, y sigue sin recibir el grueso de las ayudas prometidas y que se cansa ya de que las ruedas de molino con las que tiene que comulgar sean cada vez más gordas y más pesadas.

Sofía se resigna a esperar a las próximas elecciones mientras escucha que son ya más de 200 los abusadores beneficiados por la ley de Montero y su club de colegas supuestamente feministas y que en breve vendrán los del regalo a los ladrones.

Luego viene Tezanos y dice que el PSOE aventaja al PP en intención de voto y hace en su encuesta preguntas sobre cosas que no son ciertas. Pero eso Sofía ya no lo ha escuchado.