
Las correcciones
Un acto de autodefensa de Ucrania contra el teniente general Kirilov y su dossier de atrocidades
Rusia tiene que entender que las fronteras no se cambian por la fuerza y que la libertad de prensa es sagrada
Ningún vecino del edificio de viviendas de la calle Ryazansky Prospekt de Moscú se extrañó de que estuviese aparcado en la puerta un patinete eléctrico. Es un medio de transporte habitual entre los 13 millones de moscovitas, pero en una operación sofisticada y letal atribuida al Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU), este vehículo de dos ruedas se convirtió en un artefacto explosivo con una bomba lapa de entre 100 y 300 gramos de TNT. La explosión se produjo antes del amanecer, cuando el teniente general Igor Kirilov, jefe de la división radiactiva, química y biológica del Ejército ruso, salía del edificio con su ayudante. Los dos murieron en el acto.
El teniente general Kirilov habría sido responsable de más de 4.800 ataques químicos documentados contra las fuerzas ucranianas en el campo de batalla. En el dossier de atrocidades está el despliegue de un agente asfixiante tóxico, la cloropicrina. Además, Kirilov se había convertido en uno de los rostros más conocidos del Ejército ruso. Fue uno de los más feroces altavoces de la propaganda del Kremlin hasta el punto de que la diplomacia británica le había calificado de «importante portavoz de desinformación rusa». Era el autor de los informes más estrafalarios de Defensa, como la acusación de que las tropas ucranianas cultivaban enjambres de «mosquitos de combate» portadores de diversos virus que iban a ser liberados en el frente. Kirilov utilizaba estas mentiras para justificar su agresión en Ucrania. En vísperas de su asesinato, el SBU declaró que Kirilov había sido condenado por el «uso masivo» de armas químicas prohibidas contra las tropas ucranianas. Con este atentado, Kyiv envía un doble mensaje al Kremlin: ninguna misión es imposible para sus servicios secretos herederos del KGB y ningún criminal de guerra está a salvo. El atentado es un acto de autodefensa de un país que sufre la violación de sus fronteras desde hace casi tres años. Resulta grotesco que el Kremlin se revuelva contra este asesinato selectivo mientras ordena una campaña indiscriminada de bombardeos con misiles de nueva generación contra la población ucraniana, sus primos hermanos.
Europa tampoco debería permitir que las autoridades rusas amenacen de muerte a los periodistas por calificar de «legítimo» el asesinato del general ruso. En un editorial publicado este miércoles, el prestigioso periódico británico consideró que la operación encubierta contra el general ruso fue «un acto de legítima defensa por parte de una nación amenazada». En Telegram, el expresidente ruso, Dmitri Medvedev, afirmó a partir de ahora los periodistas de «The Times» son «objetivos militares legítimos». El actual vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso reconoció implícitamente la autoría rusa de los envenenamientos ocurridos en Reino Unido. «Así que tengan cuidado pues en Londres todo puede pasar...», se despachó. Es una prueba más de que Rusia es un Estado terrorista cuyos dirigentes se comportan como criminales. Estas amenazas deberían servir para que los gobiernos occidentales superasen las dudas y titubeos y diesen a Ucrania toda la ayuda necesaria para librar una guerra justa. Rusia tiene que entender que para Estados Unidos y Europa las fronteras no se cambian por la fuerza y la libertad de prensa es un pilar sagrado de nuestro Estado democrático.
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