Sevilla
Aguirre, el del «bolondrón»
Se levantaron esta semana las sábanas de los hospitales, de la joya de la corona del socialismo meridional y, tapados, 500.000 enfermos»
Se levantaron esta semana las sábanas de los hospitales, de la joya de la corona del socialismo meridional y, tapados, 500.000 enfermos»
Saltó el nombre del nuevo consejero de Salud, Jesús Aguirre y la cabeza rápidamente identificó al otro, al magnífico para Manuel Vicent, de la mano de la duquesa por los jardines de Liria. Setos, sonrisas ralas, siestas con batín sobre tresillo de seda y mascullando filosofía alemana al despedir a Javier Pradera desde el interior de un jersey cuello de cisne. No podía ser, claro que no, cómo iba a ser Jesús Aguirre, este Jesús Aguirre. No podía serlo (evidentemente). Había que estar atentos para calibrar si el nuevo Aguirre, el que ha llegado con el Gobierno de Juanma Moreno, se hacía con el sitio que su nombre y apellido evoca a los asiduos de Taurus y el ¡Hola! «Jesús Aguirre, ¿el duque?», no, Aguirre el del «bolondrón». ¿«Bolondrón»? Sí, «bolondrón», sin el son de Compay en Jatibonico y con el tocomocho de las listas de espera del SAS de Susana Díaz por delante. Nos vamos a Cuba, pura ficción sanitaria, sin el «puro Caribe» de Cabrera Infante pero con medio millón, real, de personas aparecidas con el volante en la mano para que las vea el médico. Como el chiste de los dos rusos después de la caída de la URSS: «Todo lo que nos decían del capitalismo era verdad». Pues se levantaron esta semana las sábanas de los hospitales, de la joya de la corona del socialismo meridional y, tapados, 500.000 enfermos que ni estaban ni se les esperaba en el San Telmo «susanista». Lo más trágico que se puede esperar de un sistema que se entiende como eminentemente social es que te desenmascaren sin cuidar a los tuyos. «¿Qué hay de lo mío doctorcito?» Lo suyo se llama «bolondrón», ¿sabe? Era verdad todo lo que nos decían del SAS, los pasillos atestados, las urgencias saturadas, los contratos de 24 horas y los turnos doblados por los enfermeros. Aguirre, el del «bolondrón», que suena a canción de Georgie Dann pero sin chiringuito, se ha despojado ya de la sombra del duque homónimo ante una profesión expectante con cada intervención suya en una rueda de prensa. «Va a dar muchas tardes de gloria».
Rocío del Gòtic
La carreta del Rocío de la hermandad de Barcelona, entrando a la izquierda, no desentona en su iglesia del Gòtic. Casa a la perfección en la ciudad condal colocando sobre el simpecado los motivos de la Sagrada Familia pero con el acento de la baja Andalucía. Allí fue Juanma Moreno, a la novena provincia, como «hijo de la inmigración», para asegurarles a los «cataluces» que cuentan con el apoyo del nuevo Gobierno en su papel de «dique de contención y contrapeso». El presidente ha salido en todos los medios haciendo carantoñas a un perrito apoyado sobre la puntera de sus botines negros mientras Elías Bendodo lo observa satisfecho con los brazos en jarras. La foto da para pensar mucho sobre el nuevo Ejecutivo andaluz, que se ha pasado el primer trimestre del año mirando debajo de las alfombras pero pensando en el presupuesto que tiene que estar en el Parlamento el próximo mayo. ¿Estará? Juan Bravo, al que le meten prisas desde el PSOE-A y Vox, asegura que lo intentará, mientras desde Adelante Andalucía le acusan de «vender humo». Sin dinero, ya lo saben, se pueden decir muchas cosas pero hacer muy pocas, es decir, sólo prolongar la campaña electoral y hacerse fotos. En cualquier caso, está bien que alguien, con ese acento que tanto emociona allí cuando se escucha en la boca de octogenarios, venga a decirte que no estás solo ante la locura del Govern.
Revolución y lactancia
Kichi y Teresa Rodríguez alumbraron a «Aurora» en pleno Carnaval de Cádiz. El sueño de cualquier «comparsista», la gloria para quien se mueve en la mantequilla de los ensayos generales. «¡Qué bastinazo, picha!», con la calle La Rosa a reventar va y le nace la niña al alcalde. «¡Eso es!». Ni a Joaquín Quiñones, gracias a Dios, se le hubiera ocurrido una imagen más sentimental para la historia de la pareja gaditana. Teresa, «emperadora gaditanorum», pasará la baja en el «pisito de currante» de La Viña, en un bajo de 40 metros cuadrados, mientras su marido se tendrá que buscar las papas para poder repetir como alcalde en las próximas elecciones. Lo dicho, Quiñones puro, con Teófila mandando sobre las grúas del puerto. Apuran en Cádiz el Carnaval y nadie se acuerda ya del pregonero. A estas alturas de coplas, copas y carpa, Sabina sale un poco desdibujado en la memoria del «jartible». «¡Qué mamarracho de pregón!». Joaquín vino a cantarle a la «trimilenaria» invitado por Kichi y acompañado de la aristocracia de la izquierda con la que disfruta el verano desde el otro lado de la bahía. Idílicos momentos estivales junto a la malévola base militar de los yankees que tanto dinerito dejan en Rota, el pueblo de Teresa. Cohen y copitas de whisky al atardecer, dos mundos distintos, la aristocracia y la maternidad proletaria frente a frente. Ya saben, «Esto es Cádiz y aquí hay que mamar».
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