Tribuna

Arbitrariedades británicas en Gibraltar

El Reino Unido lleva medio siglo desoyendo a la ONU y atentando contra la integridad territorial española, aparentando una supuesta descolonización, lo que constituye un evidente fraude a la Carta de las Naciones Unidas.

El Reino Unido es un gran socio comercial, un indiscutible aliado de España y la sociedad británica es, en ciertos aspectos, encomiable. Sin embargo, los británicos no han escrito sus páginas más gloriosas en Gibraltar:

Primero. La apropiación británica de Gibraltar fue un acto de perfidia. Su ocupación fue con intervención de tropas españolas y en nombre del pretendiente al trono español, el Archiduque Carlos, no de la Reina de Inglaterra.

Segundo.- En Utrecht, no se hubiera pactado la forzada cesión de Gibraltar si no hubiera estado en ilegítima ocupación británica.

Tercero.- Los británicos siempre han abusado de nuestra buena fe y de nuestros momentos de debilidad. España estableció voluntariamente una zona neutral, aunque manteniendo su exclusiva soberanía. En 1815, por razones humanitarias y con motivo de una epidemia de fiebre amarilla, se autorizó a los británicos su uso temporal para construir un campamento sanitario, pero esta zona nunca fue devuelta. El aeropuerto fue construido en 1938, en plena guerra civil española, en el usurpado istmo, con el engañoso nombre de «pista de aterrizaje de emergencia», después convertido en aeródromo, aeropuerto y por último, Base aérea. La Verja se tuvo que abrir en 1986 ante el riesgo de que los británicos ejercieran su veto a la entrada de España en la CE.

Cuarto.- Para el Reino Unido la población civil de Gibraltar, hasta fecha muy reciente, solo eran mano de obra barata de la base militar, sin derecho a residencia y con libertad de expulsión por parte del Gobernador. Incluso para dar a luz en el Peñón se necesitaba autorización del Gobernador, auténtico dueño de la vida y hacienda de los residentes.

Quinto.- La economía de Gibraltar, con la connivencia de autoridades británicas y gibraltareñas, siempre se ha basado en el contrabando con España, especialmente de tabaco, defraudando al fisco español

Sexto.- La economía gibraltareña sigue siendo parasitaria de la española, añadiendo al contrabando, la banca offshore, la elusión fiscal y el blanqueo de capitales.

Séptimo.- El Reino Unido ha maltratado sistemáticamente a los trabajadores españoles quienes nunca pudieron residir en Gibraltar, ni siquiera pernoctar, teniendo que abandonar la plaza todas las noches a toque de corneta. Durante años les negaron sus legítimas pensiones, hasta que instancias Europas les obligaron al pago. Nuestros compatriotas siempre han percibido menos salario por el mismo trabajo que un gibraltareño, y estos, menos que un británico. El británico John Stewart consideró al discriminatorio y antidemocrático sistema salarial de los españoles como «injusto y groseramente inhumano» y calificó la situación como «auténtica política de apartheid».

Octavo.- El Reino Unido no respetaba los derechos fundamentales de los trabajadores españoles. A cualquier trabajador español se le podía retirar el permiso de trabajo sin causa alguna y sin posibilidad de acudir a los tribunales.

Noveno.- Históricamente el Gobierno colonial de Gibraltar fue, desde sus inicios, de naturaleza claramente corrupta. Pagando el «money garantee» que habitualmente iba al bolsillo del Gobernador, se podían obtener ilegítimos beneficios.

Décimo.- Los británicos se escudan en la voluntad de los gibraltareños para no devolver Gibraltar a España porque, según dicen, respetan su derecho a autodeterminación. Olvidan que la ONU no les reconoce tal derecho y, además, es incierto. Cuando les interesa lo niegan, como en la Polinesia Francesa que votaron en contra o, en Hong Kong, que lo cedieron a China sin consultar a sus ciudadanos o, en Chargos cuyos habitantes fueron literalmente expulsados de sus islas contra su voluntad.

Undécimo.- Tampoco fueron consultados los gibraltareños para incluirlos en la lista de territorios a descolonizar, ni para la elaboración del Memorándum Hattersley, que descarta su integración en el Reino Unido. Cuando la voluntad de los gibraltareños se ha opuesto a la británica, el poder colonial no ha dudado, como en 1991, en amenazar con suspender el gobierno local, y poner en marcha el «direct poner».

Duodécimo.- Gibraltar es el único territorio no verdaderamente democrático de la Europa occidental. Los gibraltareños tienen una limitadísima autonomía en asuntos locales en base a una hipotética Constitución, que en puridad no es tal Constitución. En rigor se trata de una Carta Otorgada por la metrópoli. Los gibraltareños no participaron en su redacción y ésta puede ser revocada en cualquier momento por el poder colonial sin contar con ellos.

Decimotercero.- El Gobierno británico nombra al Gobernador quien, en última instancia, tiene los «reserve power», con las más amplias facultades de avocación y de tutela sobre Gibraltar, quien permite el poder local mientras no atente a los intereses británicos.

Decimocuarto.- Esta situación es la derivada de un poder superior y colonial del que no participan, porque no votan en el parlamento británico. Los gibraltareños son simples ciudadanos de segunda y auténticos súbditos coloniales.

Decimoquinto.- El Reino Unido lleva medio siglo desoyendo a la ONU y atentando contra la integridad territorial española, aparentando una supuesta descolonización, lo que constituye un evidente fraude a la Carta de las Naciones Unidas.