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Balance

El deterioro y los ataques a las instituciones, al poder judicial y la corona son evidentes, continuos e indisimulados

Tras perder las elecciones, el Psoe conformó una alianza de minorías. Desde entonces, vivimos en el desquiciamiento. Las negociaciones con Junts, determinadas por un político condenado, han colocado a España en una situación de debilidad, no solo jurídica, sino económica, social, política e institucional propia de un país en guerra. Las situaciones grotescas se suceden. La zafiedad impera. La incomodidad diplomática debida a las meteduras de pata del presidente del gobierno en el plano internacional se suman al balance de la presidencia europea, que ha sido nefasto, amén de caricaturesco. La economía que viene amenaza con una situación aterradora, mientras los contribuyentes asistimos atónitos a los pomposos gastos innecesarios de la élite gobernante, más propios de gobernadores del imperio medo y persa que de una democracia avanzada sumida en la depresión económica desde hace más de tres lustros, que no serán 150 años, como diría aquel, pero sí son demasiado tiempo. Es remarcable la calidad intelectual, e incluso humana, más que discutible de las personas que dirigen la cosa pública, que parecen de exigua escolarización. Un desfile derrochador y esperpéntico de personas radicalizadas, dispuestas a todo, pero que no renuncian a sus prebendas pagadas por quienes sufrimos su poder, pues precisamente han hecho de su sobresaltada ideología un negocio personal. El deterioro y los ataques a las instituciones, al poder judicial y la corona son evidentes, continuos e indisimulados. Los gestos bochornosos e indignos de quienes copan altos cargos del Estado, su falta de educación y respeto, algún día pasarán a la historia (la pequeña) y serán estudiados como ejemplo de oclocracia en el estado nación antiguo y digno que algún día fuera España (palabra proscrita por ‘fascista’, según la dirigencia, o indigencia, intelectual a la moda). En resumen, nos encaminamos hacia lo desconocido capitaneados por personajes vividores que se han quitado la careta y con frenesí creyente, e indudable avaricia monetaria, nos conducen al abismo: la rapiña y el desorden son su bandera y principal reclamo electoral. Dicen que les han votado «para esto». Aunque nada de ello constara en su programa electoral.