A pesar del Gobierno

La alegría liberal

La Razón
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Nada de cólera de Dios. Aguirre es la alegría liberal. Es de las poquísimas figuras de primera fila de la vida política española, desde Joaquín Garrigues Walker, que no ha tenido ningún reparo en proclamar su simpatía hacia el liberalismo sin titubeos. Pero, al revés que Joaquín, Esperanza ha dado guerra muchos años y espero que la siga dando desde otras trincheras.

Por eso siempre le han tenido miedo. Ese miedo, el miedo a que llegue, a que se quede, a que no se vaya, a que siga, se ha palpado siempre entre los antiliberales...de todos los partidos. O sea, más alegría para los liberales. La valentía de Esperanza Aguirre, su falta de complejos a la hora de presentar y defender sus ideas, y sus éxitos a la hora de apelar a los ciudadanos para que la voten, explican que haya sido tantas veces comparada con Margaret Thatcher, otra política con principios y respaldo popular, y sin timidez, que fue despiadadamente atacada por la izquierda y jamás recibió el apoyo de las feministas. Nunca. Como tampoco apoyó el feminismo a Esperanza Aguirre, víctima de insultos y descalificaciones sin cuento. El progresismo, supuestamente feminista, nunca le brindó más que injurias y desdén. Hasta el propio José Bono, ese modelo de moderación cristiana, dijo que Aguirre era de "ésas que besa de día y muerde de noche". Los progresistas, mudos. Las feministas, mudas. Vamos, que no aman a las mujeres...sino sólo a las obedientes, con la pata quebrada y en la casa común de la izquierda. Aguirre jamás aceptó la mentira progresista paradigmática, que estriba en la supuesta primacía moral del antiliberalismo. Por eso es la alegría liberal. Y ahora, cuando se va, los antiliberales de izquierdas y derechas, aterrados, balbucean: ¿y si se va pero no se retira para siempre?