Unión Europea
Un bufón en Downing Street
Tras dos primeros ministros conservadores consumidos por el Brexit, Boris Johnson llega al número 10 de Downing Street con la promesa de “restaurar la confianza en la democracia” y cumplir el mandato dado por los británicos el 23 de junio de 2016, cuando un 52% votó a favor de abandonar la UE tras más de cuatro décadas de acuerdos y desacuerdos. Para esta misión, el excéntrico político se ha rodeado de un Gabinete de fieles y acérrimos euroescépticos con Dominic Raab como ministro de Exteriores o Priti Patel al frente de Interior. Esta última aboga por la pena de muerte y es contraria al matrimonio gay.
Para completar la corte de “brexiters”, ha elegido como su “spin doctor” (asesor de cabecera) a Dominic Cummings, el “cerebro” de la sucia campaña del referéndum sobre la permanencia en la UE, y al utraconservador Jacob Rees-Mogg como jefe del grupo parlamentario “tory” en la Cámara de los Comunes. De Cummings se recuerda su lema “vota salir para recuperar el control” y esa “fake news” de que Reino Unido abona a la UE 350 millones de libras semanales que podrían dedicarse al Sistema Nacional de Salud en caso de salir del “club” comunitario.
Johnson cuenta con apenas tres meses para completar una tarea que Theresa May fue incapaz de realizar durante tres años. El nuevo “premier” aspira a negociar un acuerdo mejor con Bruselas que el cerrado por su antecesora el pasado noviembre, pero los Veintisiete ya han advertido de que van a resistir el pulso del nuevo líder británico. Así se lo recordó el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, en su primera conversación telefónica el jueves: “El acuerdo de retirada es el mejor y el único acuerdo posible”.
Durante su primera comparecencia ante el Parlamento, Boris aseguró que “nos lanzaremos a estas negociaciones con la mayor energía, determinación y con un espíritu de amistad. Y espero que la UE esté igualmente preparada y que reconsiderarán su actual negativa a realizar cambios en el Acuerdo de Retirada”. Pero tras las buenas palabras, vino la amenaza: “Si no lo hacen, nosotros, por supuesto, tendremos que irnos sin un acuerdo en virtud del artículo 50” del Tratado de Lisboa, donde se fija el mecanismo para la salida de un Estado miembro. Habrá Brexit “sí o sí”. Su principal caballo de batalla será el controvertido “backstop”, la salvaguarda pactada tras duras negociaciones entre Londres y Burselas para evitar una frontera dura entre las dos Irlandas cuando se consume el Brexit.
Desde los pasillos comunitarios no se descarta que el nuevo líder británico fuerce una salida a las bravas de la UE que nadie desea por la incertidumbre que ello provocaría. Sin embargo, también advierten de la posibilidad de que para dar ese portazo, Johnson se vea obligado a reclamar una prórroga técnica, dado el escaso margen de tiempo que resta hasta el 31 de octubre.
Sus primeros discursos como jefe de Gobierno parecen anticipar, en cualquier caso, un inminente adelanto electoral para este otoño que permita a los “tories” ampliar la ajustada mayoría de solo dos diputados que cuentan ahora en Westminster gracias a los diez escaños de su socio parlamentario desde las elecciones de 2017, el unionista Partido Democrático del Ulster (DUP). Pese a los riesgos que entraña siempre un adelanto electoral, el líder conservador puede tratar de aprovechar el mal momento de la oposición laborista de Jeremy Corbiyn, a la que las encuestas colocan en tercera posición y a escasa distancia del Partido del Brexit de Nigel Farage, que fue el más votado en las europeas. Como con el UKIP, Boris está empeñado en arrebatar los argumentos de los euroescépticos para evitar así una sangría de votos.
De ahí que Johnson se haya lanzado a una carrera de promesas al electorado que incluye la bajada de impuestos, la lucha contra la criminalidad y la reducción de las listas de espera en los hospitales. Todo lo que haga falta para, en el mejor estilo de Donald Trump, hacer de Reino Unido “el mejor lugar de la tierra”.
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