Al portador

Bogart y el cajón de Conde-Pumpido

«Pumpido, para salvar las apariencias, podría dejar la Ley de amnistía un tiempo en el cajón del Constitucional»

Humphrey Bogart (1899-1957), en uno de esos diálogos fascinantes de Casablanca, le contesta a Madeleine LeBau (1923-Málaga, 2016) –en el papel de Yvonne, su amante despechada y la única mujer de la película, además de Ingrid Bergman (1915-1982)–, cuando le pregunta «¿Qué harás esta noche?», con un ««Nunca hago planes con tanta antelación». Pedro Sánchez, a punta de investidura, solo tiene y ha tenido un plan: conquistar el poder y mantenerlo. Todo lo demás es accesorio. Para alguien que no miente, sino que cambia de opinión, cualquier previsión carece de importancia si es necesario cambiarla para alcanzar sus objetivos. «Improviso sobre la marcha» era la gran estrategia de Indiana Jones cuando buscaba «el arca perdida». El 23-J, nada más conocerse los resultados electorales, el todavía presidente en funciones ya sabía que volvería a gobernar. Lo que tuviera que hacer para conseguirlo lo decidiría también sobre la marcha y sin ningún temor a decir donde «dije digo, digo Diego», por el bien de España, claro, pero sobre todo para evitar que gobiernen otros, como reconoció el otro día ante los suyos, que cierran filas con él porque sus garbanzos –salvo excepciones– dependen del jefe. La amnistía, en forma de proyecto de Ley, camina hacia el Congreso en donde, antes o después será aprobada con los votos de los que quieren derogar la Constitución, presumen de no acatarla y desplantan a la jefatura del Estado. Todo parece «atado y bien atado», pero los tiempos corren en contra de que Puigdemont y Junqueras puedan presentarse a las próximas elecciones catalanas. Al prófugo de Waterloo quizá no le preocupe, pero sí al líder de ERC, que sabe que el primer objetivo del hombre de Bruselas es destruirle a él. Y luego está la decisión del presidente del Constitucional, Cándido Conde-Pumpido. Haya inspirado –sería otro escándalo– o no la Ley, cuando Marchena y Llarena, por ejemplo, presenten la Cuestión de Constitucionalidad, que paralizaría la aplicación de la amnistía, siempre existe la opción –aunque solo sea para salvar las apariencias de su independencia– dejarla por un tiempo en un cajón, porque entonces ya habrá Gobierno. También entonces Sánchez ya pensaría qué hacer, porque «no hago planes por anticipado», insistía Bogart.