
Apuntes
Bruselas debería mirárselo, parece grave
Es curioso ver como los de la Comisión llevan décadas machacando a nuestros campesinos y pescadores
Lo último de Bruselas le ha tocado a los pescadores de arrastre del Mediterráneo, que no es que sea mucha gente –565 barcos, en España–, pero que se habrán hecho sus cuentas para la jubilación, el pago de la hipoteca, los gastos de mantenimiento del buque, la subida del gasoil y el coste de la burocracia asociada a las actividades marítimas, que es un horror, y a los que ahora se obliga a invertir en nuevas redes y puertas volantes –más de 60.000 euros del ala– so pena de ver reducidos al mínimo los días de marea. Desde la Comisión nos dicen que cada vez hay menos capturas y que eso indica que los stocks de lenguado, acedía, gallo, gamba, sepia o calamar se están reduciendo y es preciso aumentar los tiempos de veda. No sé. Dicen los pescadores que, en realidad, la reducción de capturas se debe a que cada vez hay menos barcos faenando, que la vida en el mar es muy dura y no se lo ponen fácil, lo que parece un argumento bastante plausible. En esto de la pesca, la Comisión haría bien en investigar a las flotas extracomunitarias, como la china, la rusa y la coreana, para diagnosticar con alguna exactitud el futuro de la actividad pesquera en el mundo y dejar de echar gabelas sobre el respirar de los pescadores de Blanes, Santa Pola o Almería, que no son más que cuatro gatos y cada vez van a menos. Como siempre les digo a mis próximos, llegará un día en el que abrir una lata de caballa en aceite de oliva tendrá el mismo coste que hacerlo con una de caviar beluga. Si no, que le pregunten a nuestros abuelos qué pasó con las angulas. Ciertamente, Bruselas debería mirárselo porque parece una dolencia grave esa insistencia en cargarse la producción agropecuaria europea para sustituirla por importaciones foráneas. Uno no se explica el acuerdo con el Mercosur, cuyos países miembros –Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil– ya tienen una balanza comercial positiva con la Unión Europea de 26.000 millones de euros anuales, fundamentalmente, a base de vendernos productos agrícolas –soja, cereales, café y frutas– y ganaderos, y ello pese a las medidas arancelarias y fitosanitarias todavía vigentes. En Bruselas piensan que vamos a vender muchas máquinas al Mercosur y que vamos a salvar la industria, pero si hay algo que los chinos y los indios no son capaces de producir a mejor precio son los buenos productos de nuestros campos, esos que llevamos sacrificando al altar del cambio climático desde hace ya tres décadas –¡hay que ver qué rápido pasa el tiempo!– sin solución de continuidad. El problema es que los agricultores y los ganaderos, como los pescadores, cada vez son menos y van perdiendo peso en el cuerpo electoral frente a unos urbanitas que prefieren una banana recogida antes de tiempo, madurada en cámara y crecida en bolsas de plástico frente a un buen plátano canarios porque es treinta o cuarenta céntimos más caro. Esperemos que nuestros campesinos, pescadores y ganaderos den la batalla, aunque nos caigan mal Macron y los gabachos, y esperemos que las gentes del común, las que no hace tanto tiempo tenían sus orígenes en esos pueblos y villas amenazados de extinción, les echen una mano. O, cuando menos, que en Bruselas apliquen a los candidatos del Mercosur las mismas estrictas medidas sanitarias y medio ambientales que lastran nuestra capacidad de producción. De medidas sociales y laborales ni hablamos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar