El canto del cuco

Un cadáver mal enterrado

El arbitraje exige actuar con tacto, pero con determinación, pensando en el bien de la nación

Fernando Savater, uno de los intelectuales más lúcidos y fiables que quedan, ha escrito en su columna de «El País», a contracorriente de la marcada línea del periódico: «Sánchez ha perdido las elecciones: por mucho que salte y vocifere, no está vivo sino mal enterrado». No es el único que lo piensa. Si es así y Sánchez es un cadáver político, aunque sea un cadáver alegre y bronceado, que aún no sabe que está muerto, el Rey no puede encargarle formar Gobierno. Sería un contrasentido. Estamos ante una grave crisis política, en la que lo que ha caducado no está dispuesto a hacerse a un lado y lo nuevo carece del empuje necesario para abrirse paso. El bloqueo sucede, para más escarnio, en plena presidencia española de la Unión Europea. Y lo más escandaloso es que asistimos a una obscena búsqueda de votos, a cualquier precio, por parte del perdedor de las elecciones para evitar su propio funeral.

Esta extraña circunstancia pone a prueba el reinado de Felipe VI. Ha llegado el momento de la verdad. Tendrá que demostrar su capacidad de arbitraje, con el riesgo, haga lo que haga, de que media España sufra una fuerte decepción y se vuelva contra la Corona. La gran pregunta que muchos se hacen en estos momentos críticos es: ¿Puede encargar la formación de Gobierno a un político que ha perdido las elecciones –un cadáver político– y que se presenta en La Zarzuela con el aval de un fugado de la Justicia, que dio un golpe contra el orden constitucional, y con el voto de una serie de formaciones cuya razón de ser consiste estrictamente en acabar con la unidad de España y cargarse la Constitución, empezando por la Monarquía? Si no acepta semejantes avales, corre el riesgo de un fuerte rebrote republicano en las filas socialistas. En caso contrario, la reacción en las derechas tendría consecuencias imprevisibles.

La prudencia regia no consiste, pues, en conformarse con cumplir un engorroso trámite, haciéndose fotos en palacio a la puerta de su despacho con cada uno de los representantes de los partidos. El arbitraje exige actuar con tacto, pero con determinación, pensando en el bien de la nación. En este caso, parece que lo aconsejable y menos arriesgado consiste en proponer para la investidura al que ha ganado las elecciones, Alberto Núñez Feijóo, con la confianza de que, a lo largo del trámite parlamentario, se completen los apoyos que le faltan. «Basta para avanzar –escribe Savater– que un puñado de socialistas decentes apoyen a quien ha ganado y rematen la tarea patriótica, difícil pero inaplazable».