Los puntos sobre las íes

Calimero Sánchez

Le pagamos tanto por gestionar los intereses públicos como por soportar soportar esa saludable costumbre que en cualquier estado democrático es la vigilancia del poder.

Sánchez va a acabar yendo en estos tres meses de campaña continua a más medios que los cinco años anteriores juntos. A todos, o casi todos. Porque en Okdiario ni está ni desgraciadamente se le espera. Y eso que hace ya unos cuantos días hicimos los deberes solicitándole un cara a cara por secretario de Estado de Comunicación interpuesto, ese tal Vallés –no confundir con Vallés el bueno– que cada vez que se topa conmigo me mata con la mirada. Olvida el todavía presidente que el periódico que dirijo ha vuelto a aparecer como el segundo más leído de España en el estudio de audiencias mundial que confeccionan anualmente la Universidad de Oxford y la agencia por antonomasia, Reuters. El odio sarraceno que me profesa quedó patente al citarme sin citarme en la entrevista con Ana Rosa. Se quejó amargamente de los periodistas que le «insultan» llamándole «obseso del Falcon», «filoetarra» y «progolpista». Y resulta que el primer apodo se lo adjudicó este menda por evidentes razones: no hay presidente que haya tirado tanto del jet oficial. Por cierto: etimológicamente «obseso» es alguien que está obsesionado con algo. ¿Está o no obsesionado él con el avioncito? Rajoy no lo empleó jamás para actividades privadas, ni para ir a un concierto de su grupo favorito ni para plantarse cómodamente en actos de partido sin tener que compartir espacio con esa gente tan horrible que somos para Sánchez el resto de los ciudadanos. El gallego tampoco echó mano del Super Puma para viajar a la boda de su cuñado ni ordenó movilizar ese Airbus 310 de la Fuerza Aérea que hace vuelos transoceánicos para desplazarse a Valladolid, localidad situada a menos de una hora en AVE. También le molesta que le describa como «filoetarra». No constituye ningún vilipendio sino una inocente descripción teniendo en cuenta que «filo» es un prefijo que significa «amigo de». Otegi y Pla, antaño capos di tutti capi de ETA y ahora mandamases de Bildu, son sus socios. Y lo de «progolpista» no representa una hipérbole ni mucho menos: estamos hablando de un sujeto que ha jugado de tikitaka con Junqueras y cía indultándoles sin ton ni son, derogando el delito de sedición y reduciendo el de malversación a la mínima expresión. Esta conducta sería delictiva en un país serio. Peor aún fue, tanto con Ana Rosa como con Pablo Motos, su sobreactuación presentándose como víctima de un linchamiento de los poderes ocultos. Debe ser que él es Robin Hood y los empresarios del Ibex y los periodistas con cierta influencia una suerte de émulos del sheriff de Nottingham. Dice que «el 90%» de los medios son sus enemigos cuando, lo cierto, es que ningún presidente los ha controlado tanto como él. Ni siquiera el Felipe de los 202 diputados. Le recuerdo que va pidiendo mi cabeza aquí, allá y acullá y en algún caso la ha conseguido. Tal vez sufrió un lapsus porque tiene al 90% de los periodistas y al 80% de periódicos, radios y televisiones en primera posición de saludo. Ésa es la verdad, lo demás patético bulo. Debería ser consciente de que a él le pagamos tanto por gestionar los intereses públicos como por soportar esa saludable costumbre que en cualquier estado democrático es la vigilancia del poder. Es más, el nivel de crítica que experimenta este chulesco personaje es diez veces inferior al que padeció Aznar, al que sufrió Rajoy y al que soportó con una sonrisa Zapatero. Va dado este killer con dotes baratas de lastimero Calimero si se piensa que vamos a derramar una sola lágrima por él o tragarnos sus embustes.