Alfonso Ussía

28 de diciembre

La Razón
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Como madrileño de nacimiento, vivencias, censo, sufrimiento y gozo, me atrevo a hacer pública mi alegría del año que ya termina, y que no es otra que la experimentada por la apretada victoria del Teniente General de cuatro estrellas, Julio Rodríguez, para llevar el timón de Podemos en Madrid desde su Secretaría General. Mis confidentes podemitas comparten parecida euforia. Podemos es un partido, o una amalgama de sensibilidades, que se ha caracterizado por su amor a España, su respeto a la Bandera de todos, su devoción por las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado y su firme postura contra los separatismos excluyentes y supremacistas. No obstante, y desde su fundación gracias a las transparentes inyecciones financieras de Irán y Venezuela, ha carecido de un mando indiscutible. Pablo Iglesias, y lamento escribirlo porque mi admiración por su talla política y social es estratosférica, ha mandado mucho, pero no siempre con acierto. A Pablo le falla que no le falla el muelle. La Historia certifica que otros inconmensurables líderes de las masas han padecido similar desbordamiento de la pasión. Ahí está Enrique VIII de Inglaterra, que andaba de un lado al otro todos los días con el ton al son, dispuesto a cualquier estrategia o zalema para culminar el disfrute del poder omnímodo. Podemos, que nació feminista por recomendación de Irán, no supo controlar a su Timonel en Jefe, que ninguna culpa tiene de poseer ese irresistible atractivo para las mujeres. Existen pocos hombres capaces de penetrar con su sola sonrisa en el alma de las mujeres como Pablo. Iglesias no hizo la Mili, y se sentía vacío por tan lamentable hecho. A ese éxito sin comparación alguna se refería con tristeza Porfirio Rubirosa: «Sueño con dormir en soledad, sin tener la obligación de cumplir con una mujer. Pero no lo he conseguido. Todos los días, por nefas o por fas, siempre aparece en mi cama una mujer nueva y desconocida, que para colmo, me exige que le diga lo mucho que la quiero». No son ellos los machistas o machirulos, como dice Irene Montero. Son víctimas de su incontenible encanto personal, y necesitan de una voz firme y autoritaria que expulse de su lecho a las mujeres que se introducen en él sin su autorización. De ahí su apuesta por el Teniente General de cuatro estrellas Julio Rodríguez, que habitará en la habitación adyacente a la del tigre, y expulsará, con la decisión que le caracteriza, a cuantas enamoradas intenten distraer la necesidad de descanso del inmenso dirigente comunista.

El Teniente General de cuatro estrellas, tiene un carácter de aúpa. Los secuestradores del «Alakrana» todavía están corriendo por las dunas y médanos de Somalia con el dinero del rescate pasando de espalda a espalda. Ha dicho Iglesias que la función fundamental del prestigioso piloto es la de asegurar a Manuela Carmena al frente del Ayuntamiento de Madrid. Para ello, es primordial que sea votada por los madrileños, y mucho lo dudo, porque la gente es poco agradecida y me temo que su bolsa de voluntades democráticas va a experimentar una considerable mengua de papeletas. No es cierto lo que dice Iglesias. Lo verosímil no siempre se abraza a la certidumbre. Lo que desea Iglesias, mi amado líder, del apuesto Teniente General de Cuatro estrellas impulsado por Zapatero, es su vigilancia nocturna en la habitación inmediata al lecho del Supremo Comandante. Mujer que traspasa todas las barreras y se halla a un paso de introducirse en la cama del ayatholá vallecano, y al abrir la puerta de la antecámara se topa con la mirada firme del Teniente General de cuatro estrellas, es siempre mujer que huye, que puigdemonta, que desaparece impulsada por el temor que inspira quien fuera el militar de más alto empleo de las Fuerzas Armadas durante el Gobierno de Zapatero. Iglesias lo quiere para impedir más molestias y cansancios que a la postre, nada bueno aportan. Me emociona pensar en el difícil cumplimiento del deber del Teniente General de cuatro estrellas a las órdenes del caprichoso Macho Total.

Hace tres días, 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes que asesinó Herodes, me reconocí profundamente atraído por Podemos y sus dos máximos dirigentes. El apasionado líder y el firme y categórico guardaespaldas. Para tener un vigilante nocturno con el empleo de Teniente General de cuatro estrellas, hay que ser un prodigio de hombre.

Me limito a constatarlo.