Julio Merino

1936

La Razón

Miguel Hernández se había conquistado ya con «Peritos en lunas» a la clase intelectual madrileña, pero cuando apareció en las librerías, tal día como hoy de 1936, el «Rayo que no cesa» fue el delirio y no era para menos porque Hernández había alcanzado la cima del genio poético. En su recuerdo y su honor reproducimos hoy uno de los sonetos que componen esta obra magistral: «Como el toro he nacido para el luto/ y el dolor, como el toro estoy marcado/ por un hierro infernal en el costado/ y por varón en la ingle con un fruto/ como el toro la encuentra diminuto/ todo mi corazón desmesurado,/ y del rostro del beso enamorado,/ como el toro a tu amor se lo disputo...).