Alfonso Merlos
A los corrales
Ni ETA está acabada ni la amenaza terrorista es cosa del pasado. Ni por supuesto se han saldado las cuentas pendientes con una banda de verdugos que ha aplicado infatigablemente la receta de la destrucción vil, la humana y la material, antes de penetrar en las instituciones democráticas del Estado para contaminarlas con sus grotescos pero peligrosos testaferros.
La exclusiva que hoy revela LA RAZÓN es esperanzadora, y debe avivar la llama de una justicia incansable a la hora de resarcir humana y democráticamente a quienes han caído en manos de matarifes como De Juana, o en las garras de torturadores profesionales como Bolinaga. En definitiva, estos hijos del mal, que se han entregado a los más sucios de los crímenes y a la violación de las más elementales libertades, deben pagar. Y en el caso de este asesino compulsivo, que brindaba en la cárcel por los tiros en la nuca de sus sanguinarios colegas, la persecución debe ser extrema e ininterrumpida.
Cuadra, se confirme o no la localización exacta de esta alimaña, que haya buscado refugio en Venezuela. Porque sabemos cómo se las han gastado los esbirros del temerario régimen de Hugo Chávez para proporcionar abrigo y en ocasiones sueldos y puestos en la administración a detestables sujetos con las manos manchadas de sangre. Y porque tenemos la certeza de que la cooperación policial Madrid-Caracas para acabar con la lacra etarra ha sido manifiestamente mejorable. Es así.
Hay que acabar con el terror por partes, ordenadamente y por las buenas. Ni un solo matón puede ni debe quedar impune. Deben saber nuestros aliados –incluso los que no lo son– que la Audiencia Nacional y el Gobierno de España van a trabajar sin desmayo para que la memoria y la dignidad de las víctimas no quede mancillada o pisoteada. A estas malas bestias hay que devolverlas a los corrales. Es su sitio. No merecen otro.
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