Alfonso Ussía

A Pedro J. Ramírez

El primer director que creyó en mis posibilidades de columnista fue Pedro Jota. Me ofreció la contraportada de «Diario 16». Alternaba con Federico Jiménez Losantos y Maruja Torres. Por aquella redacción pululaba el «Guti», casi siempre enfadado, y Justino Sinova, que hacía de contrapeso. Me llamó Luis María Anson y me fui a ABC. Yo era de ABC y de familia de varias generaciones de ABC. Pero sentí mucho dejar ese periódico libre y diferente que fue «Diario 16». Extraños movimientos disfrazados de decisiones empresariales provocaron la expulsión de Pedro Jota de un periódico que era Pedro Jota. Y fundó «EL Mundo» veinticuatro años atrás, que nació pujante, mientras «Diario 16» agonizaba. Estuve a un paso, hace años, de marcharme con él, pero me pudo la conciencia y la gratitud. Me sentía plenamente involucrado en el proyecto de «La Razón» y no es elogiable abandonar por dinero a quienes se portaron como unos auténticos señores cuando fui empujado suavemente por las escaleras de ABC que acceden a la calle. «El Mundo», como a todos, me ha interesado, me ha fascinado, me ha enfadado y me ha desmoralizado, pero es, y seguirá siendo, un periódico extraordinario creado en torno a la personalidad de un periodista excepcional e incansable. De nuevo, extraños movimientos disfrazados de decisiones empresariales han decidido la salida de Pedro Jota de la dirección de su periódico. Su sucesor, Casimiro García Abadillo, es otro tipo cimero del periodismo español, y ha sido durante decenios la mano derecha y la izquierda de Pedro Jota, su gran analista económico y también, por qué no escribirlo, su ayuda en la reflexión. Será un gran director.

Me he preguntado estos días por las decisiones empresariales. Es cierto que «El Mundo», periódico muy caro de hacer –el periodismo de investigación es el más costoso–, no había presentado un glorioso balance económico. Lo que me he preguntado es por qué los movimientos empresariales siempre afectan a Pedro Jota y no a quien ha llevado a la quiebra total a una empresa potentísima, la editora de «El País», después de recibirla en el más alto lugar del negocio. Porque «El País» ha sido ante todo, el gran negocio de un inteligentísimo empresario perteneciente a la derecha más capitalista orientado a hacerse millonario con la izquierda VIP. Todos, gobiernos, oposición, partidos políticos, bancos y grandes empresas sostienen una quiebra mientras dejan caer a un entusiasta de la libertad. Si Pedro Jota hubiese presentado un resultado de cuentas como el actual de Prisa, estaría en la cárcel.

Pedro Jota es amable, virulento, siempre protagonista, insoportable y magnífico. Trabaja veinticinco horas al día. Tiene sesenta y pocos años, y como recordó en su despedida, el gran periodista europeo por definición, Indro Montanelli, fundó un periódico a los 65 años y otro en su tramo final y nonagenario. Pedro Jota no es de los que se encierran, y algo hará. De que algo hará o mucho hará, no albergo la menor duda.

Nada he coincidido con él en esa obsesiva fijación contra la Corona, más aún, cuando el propio Pedro Jota ha afirmado en repetidas ocasiones que la Corona es de las pocas garantías que le quedan a España. Pero sin Pedro Jota y «El Mundo» muchos de los que han convertido nuestra vida pública en un jardín de corrupciones y abusos, se habrían ido de rositas. Le rindo un homenaje merecido. Y como lector y suscriptor de «El Mundo» le agradezco miles de mañanas de libre información, aunque me tocara los dídimos.

Te deseo suerte y triunfos, Pedro Jota, que te están esperando. Te agradezco la especial predilección que por mí has demostrado en momentos de sosiego y de tribulación. Y si la decisión de sacarte de la Dirección de tu periódico ha sido exclusivamente empresarial, creo que la empresa se ha equivocado, aunque tu sucesor sea un formidable periodista digno de seguir en el empeño. Buenos vientos a la espalda, que son los que ayudan.