Alfonso Merlos
Achatarrar y desguazar
Ése es el camino y el horizonte. No hay otro. Y los tiempos los va a marcar no tanto la proactividad de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de la Policía –que es máxima– sino el respaldo obtenido en cada momento de los tribunales para avalar y lanzar operaciones de oportunidad frente a estas alimañas. Infiltración-anticipación-captura-juicio-cárcel: he aquí la ecuación.
El destino de ETA está marcado: la banda es pura chatarra. Primero porque está quedando reducida a un montón de esas piezas metálicas de desecho que se amontonan, a esa escoria del mineral de hierro para la que se busca algún uso tras ser tratada en bruto. Segundo, porque a la postre nos hallamos ante ese aparato o maquinaria vieja que ya no funciona.
Y aun así, ésta es la hora de la verdad. Es el momento en que la colaboración hispano-francesa debe producir golpes profundos, calculados, dañinos; esa cirugía antiterrorista que se puede permitir sólo el que tiene información de una mala bestia diezmada, acorralada, pero capaz todavía de revolverse causando destrucción material y humana.
Es evidente que esconder armas, explosivos, material para desplazarte antes y después de un asesinato y toda serie de aparejos para el desarrollo de la actividad criminal significa lo que significa. Y lo primero es que estos cobardes venidos a menos no están pensando en sentarse a firmar grandes pactos por la convivencia. No va en su naturaleza ni está en su «timing», que apostillaría un cursi.
No diremos que el que a hierro mata, a hierro muere. Porque el Estado de Derecho no puede pagar a estos matarifes con sus mismas monedas. Pero es un hecho que, puesto que lo que buscamos es la paz, hemos de estar preparados todavía durante un tiempo para la guerra. Porque la vamos a ganar.
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