Iglesia Católica

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La Razón
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Aunque haya nacido en Caracas el nuevo general de la Compañía de Jesús tiene en su árbol genealógico una importante rama española, más concretamente santanderina. Por eso se llama Arturo Sosa Abascal, apellido este segundo de innegable raigambre pasiega. Y por eso prefiere viajar con su pasaporte español y no con el venezolano que le crea más de un problema. Pero independientemente de este detalle «patriótico», el elegido encaja como anillo al dedo con la situación que atraviesan la Compañía, la Iglesia y, si me apuran, el mundo. Por primera vez en más de cuatro siglos los jesuitas ponen a su frente a un no europeo. Hace tres años y medio los cardenales decidieron también que había llegado la hora de que fuese sucesor de Pedro alguien llegado «desde casi el fin del mundo», como dijo Bergoglio nada más ser elegido. El papa blanco y el llamado «papa negro» coinciden en sus orígenes y no es pura casualidad.

Pero eso quizás no es lo más importante aunque sería poco serio negar la importancia de este giro continental en una iglesia cuya mitad y algo más de fieles viven en el nuevo continente y en la que sigue siendo la más importante orden religiosa. Entre Bergoglio y Sosa hay otras afinidades más trascendentales, como su preocupación por la pastoral social y una larga y no siempre fácil experiencia de gobierno en la Compañía de Jesús. Añadiría que coinciden en algo fundamental: el sentido que hay que dar a la renovación de la Iglesia y de sus instituciones. El padre Arturo en su primera homilía como general subrayó la necesidad de aplicar la norma evangélica de conjugar «nova et vetera» (cosas nuevas y antiguas) para no caer ni en un tradicionalismo estéril y traicionero al verdadero espíritu de la tradición ni en un alocado deseo de cambiar por cambiar arrumbando los tesoros acumulados. Arturo Sosa sucede a un español de pura cepa, el padre Adolfo Nicolás, que a pesar de haber pasado 48 años en Japón y Filipinas no ha perdido ni un solo trazo humano y espiritual de su origen palentino. Ambos, el sucesor y el sucedido, han tenido como objetivo el «Ad maiorem Dei Gloriam» ( a la mayor gloria de Dios), lema histórico de la Compañía fundada por Ignacio de Loyola.