Iñaki Zaragüeta
Ahora, sospechas de delito sexual
Sólo le faltaba a la variada gama de irregularidades relativas a Podemos la versión de acoso a sus propias mujeres, tal como han denunciado algunas de ellas contra compañeros del «Círculo joven de la Comunidad de Madrid» que, según su propia versión, han recibido, además, «invasiones del espacio íntimo, abusos de relación de poder, agresiones sexuales, maltrato psicológico y extorsiones múltiples».
No es la primera contradicción en las filas podemitas. Va siendo habitual que cuantas más duras son las críticas contra políticos del resto de los partidos, más quedan en evidencia. Lo hemos comprobado con su gran jefe Pablo Iglesias, que llama machista a quien osa preguntarle por sus noviazgos pero él no se conduce igual con Andrea Levi. También con Pablo Echenique, arremetiendo contra quienes no pagan la Seguridad Social de las empleadas del hogar, cuando él ha abusado de las suyas en este aspecto durante años; o con Juan Carlos Monedero y sus raras cuentas con Hacienda, hasta ser obligado a las tinieblas exteriores, o las becas de Íñigo Errejón. Lo dicho, apenas han nacido a eso de la «cosa pública» y ya tienen a sus espaldas una serie de sospechas por las que, cuando se trata de otra organización, braman y apuestan por el altercado callejero. Como decía, no hay líneas rojas para ellos. Ahora se trata de minimizar el presunto delito y aplicar la ley del silencio, al estilo Kazan-Brando. Podemos tiene mecanismos automáticos para justificarse en su meteórica carrera a convertirse «casta». Con semejante panorama, mi amigo Rogelio pregunta ¿cómo va a ocuparse Iglesias de construir un partido? Movimiento en todo caso, hasta donde llegue. Lo otro, demasiada faena. Así es la vida.
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