Crisis en el PSOE

Al Congreso se llega llorado de casa

La Razón
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El teatro de las vanidades de Pedro Sánchez ha acabado con un clímax entre tierno y patético. Las lágrimas serán la sal de la revolución de cierta militancia que espera hacer un buen caldo con la gestora. Ha nacido una estrella que aspira a ser ave fénix. Un terminator que anuncia que volverá, el señor de la paz que anuncia guerra. Es tiempo de llantos y quebrantos para un partido al que Sánchez le ha abierto un nuevo roto. Coser se va a poner cada vez más difícil para los modistas del nuevo PSOE. El villano, si me permiten la referencia al estilo peliculero, aparece como el héroe que desafía las reglas pervertidas, según él, de una organización herida de muerte. No olvidemos que Sánchez ha fracasado en todas las convocatorias electorales. Y aún así, el perdedor apela, como sus amigos de Podemos, a la sentimentalidad, lo contrario de lo que debe hacer un político en estos tiempos de cuadrar cuentas. Malos tiempos para la lírica, sobre todo si la prima donna desafina. Al Congreso hay que llegar llorado de casa. Está por ver si con esta actuación riega a la disidencia o si el mensaje cae como lágrimas en la lluvia. Sánchez lloró como el niño al que le quitan la pelota y para hacer ver a sus seguidores que le han tratado mal. Esos malvados del Comité Federal hicieron quebrarse la voz al chaval. Ahora cogerá su coche. Errejón sería un buen compañero de viaje.