Marta Robles
Alevosía sin ensañamiento
En qué parcela del cerebro se encuentran los instintos violentos, incluso asesinos, es algo que desconocemos. Como también, si la formula de acabar con tanto hijo de su madre que atiende a sus carencias convirtiéndose en monstruo es la de meterlos en la cárcel –de la que salen, no lo olvidemos, casi siempre antes de lo previsto y donde la redención es difícil– o si lo que convendría es trepanarles el cráneo para ver dónde está esa oscuridad que les lleva a matar a sangre fría y con una saña tan terrible que invita a pensar en la maldad del ser humano. El falso monje shaolín ha confesado. Torturó con golpes y patadas a sus víctimas maniatadas y las mató. ¿Por qué? Si elucubramos, seguro que aparece en el horizonte de su pasado cualquier, qué se yo, inestabilidad familiar, maltrato, mala suerte o cualquier otra cosa. Muchos en iguales circunstancias se duelen y se dejan llevar por la miseria, otros la superan... Él eligió ese camino criminal que, seguro, muchos expertos analizarán exhaustivamente hasta encontrar que «no le quedó más remedio»... Pues, perdónenme, pero una mierda. Siempre hay otro remedio y otra forma de actuar. La suya es una opción, pero hay más. Por eso hay que estar atentos a estas conductas y no sólo horrorizarse ni llorar las muertes que causan sino penarlas sin compasión en vez de buscarles una explicación que no existe... O sí. Simplemente, que hay seres humanos muy abyectos. Y éste es un claro ejemplo, por mucho que su abogada esgrima que «hubo alevosía, pero no ensañamiento». Vamos que planeó matarlas, pero que tampoco les dio tantos golpes ni tantas patadas...
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