Juegos Olímpicos

Juegos Olímpicos

Amaina

La Razón
La RazónLa Razón

Mireia Belmonte roza el Olimpo, que pisará en Río en cuanto convierta en oro la plata de Londres. Y no será por el azar, que, sin embargo, existe. A su inmenso talento, sus magníficas cualidades, su proverbial trabajo y a su perpetuo e impagable sacrificio, añade un plus con su entrenador, Frédéric Vergnoux, que está ahí, a su lado, siempre exigente, pero de milagro. En los Juegos del Mediterráneo de Pescara, en 2009, Fred visitaba con el resto de la delegación española la Villa de los deportistas. Entraron en uno de los apartamentos, abrió las puertas de un balcón y al asomarse el suelo desapareció bajo sus pies... No se mató porque un compañero consiguió agarrarle. Ocurrió donde el David, la Piedad y la Capilla Sixtina se conservan como si no hubieran pasado los siglos. Pero en lo tocante a las obras del XXI, la improvisación es tan común en Brasil como en la Italia muy pos Miguel Ángel, Grecia o España.

En 2004, los operarios remataban los accesos al estadio olímpico de Atenas con los deportistas formados para la ceremonia inaugural y la pintura todavía fresca. En Río, el inconveniente no ha sido sólo la pereza o la negligencia, que vienen a ser tal para cual, sino las «mordidas», el reparto de millones de las constructoras entre políticos sin escrúpulos –¿les suena?– en plena bonanza. A continuación, los presupuestos disparados, la crisis emergente y, en consecuencia, los impagos. De ahí estos lodos y el salvavidas que el COI ha tenido que lanzar a las autoridades locales para rescatar unos Juegos que se hundían entre la mierda de Guanabara.

Ahora, una legión de obreros se mezcla con militares para que el día 5 salga el sol, aunque esté nublado.