Ángela Vallvey
Amor
La idea del amor ha evolucionado con el tiempo. Como tantas otras cosas, se ha transfigurado. Para Andrea Capellano (francés, 1150-1220) existen unos mandamientos del amor y, si se cumplen, el amor nunca faltará. Se pueden resumir así: en cuestiones de amor hay que huir de la avaricia y ser generosos. La mentira debe producir horror a los enamorados. No hay que hablar mal de otros. No hay que imputarle pensamientos a nuestro amante como si fuésemos un juez que le abre una inspección a un sospechoso. No se puede declarar amor a más de una persona, porque entonces ya no hablaríamos de amor sino de otra cosa, posiblemente de una pródiga sexualidad. Hay que guardar fidelidad al amante, si esto no ocurre el amor saldrá volando como una avecilla que encuentra abierta la puerta de la jaula. No hay que amar a los parientes: hombres o mujeres con algún grado de consanguinidad son los peores candidatos para ser amados. Está prohibido inmiscuirse en los amores ajenos. Sólo el amor es capaz de despertar la pena del deseo de amar. Si se ama a una mujer, hay que obedecer sus mandatos. Ser corteses y galantes con la amada resulta imprescindible. Si la voluntad de nuestra amante nos empuja al solaz amoroso, hay que dejarse llevar por él. Ser serios y pudorosos, nunca maledicentes. Y no sentir vergüenza de dar o recibir esparcimientos de amor... Para ser un autor que escribió sus consejos en el año 1185, sorprende su delicado miramiento hacia las mujeres, desde el momento en que aconsejaba a los amantes (hombres) subordinarse a los deseos de la mujer amada. Sospechaba que el verdadero amor sólo podía darse «fuera» del matrimonio. Hablaba del amor carnal, no del amor cortés o galante, siendo consciente de que el trato físico entre enamorados establecía vínculos que no lograban ni la ley ni la literatura. Después de este autor, llegaría el amor «romántico» cuyas leyes decían que hay que amar hasta el exceso, no tener otra pasión que el amor, amar a una sola persona, no ser ambiciosos y concentrarnos en agradar a la persona amada... Defender a la amada contra todo peligro, ver en ella un cúmulo de perfecciones, no tener otra voluntad que la suya y obligarse a amarla siempre... Sin embargo, llegados al siglo XXI, el amor todavía se escribe con hache, y caduca más rápido que un yogur.
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