María José Navarro

Animales

Estos días aprovecha una para echarle un vistazo a todos los canales de televisión que nunca puede ver con tranquilidad, en los que salen muy pocas personas y mucho animal suelto. Después de que en la Nochebuena aparecieran en las gratuitas todo tipo de freaks rodeados de dos ventrílocuos, me decanto lógicamente por los bichos aunque en los documentales se estén siempre majando a palos. Por cierto, hago un llamamiento a los responsables de esos reportajes: dejen de ponerle nombre a las leonas, que les coges cariño y siempre mueren al final. A lo que vamos. El otro día me dejó conmovida un documental en el que una señorita polaca visitaba una reserva donde tratan de recuperar a los orangutanes bebés en la isla de Borneo cuando sus madres son masacradas por los cazadores furtivos o por los productores de aceite de palma. Los monetes pillan tal depresión sin sus madres que muchos de ellos fallecen. Las mamás no lo pasan mucho mejor cuando se secuestra a una de sus crías: hay que matarlas a todas porque luchan por los hijos de las demás como si fueran propios. Mi bicho favorito de estos días, sin embargo, es un cuervo que ha tenido aterrorizado a un barrio de Almería. Se sentaba en un tejado y seleccionada a sus víctimas. Nadie sabe cuáles eran sus criterios. Quizá un señor con poco pelo, una registradora de la propiedad, ahora un cuñado. El picotazo era fino. Se le ha devuelto a su sierra para que recupere su mejor carácter. Volver a casa de nuestras madres estos días es una de las mejores cosas que pueden pasarnos. Al fin y al cabo sólo somos animales con hipoteca.