Julián Cabrera

Apurándose el habano

La Razón
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Mariano Rajoy fue un empedernido fumador de puros. Ya han pasado unos años, no demasiados, desde que dejara un hábito que se asociaba en no pocas ocasiones a su personalidad política a la hora de dejar que determinadas cuestiones se fueran cociendo en su propia salsa y esperar «fumándose un puro» la hora y el momento de actuar. La mitología alimentada en torno al actual presidente en funciones a propósito de una supuesta capacidad para medir los tiempos es probablemente tan exagerada como el sambenito sobre una cierta inanición y falta de decisión a la hora de coger el toro por los cuernos.

Lo cierto es que Rajoy lleva semanas apurando un figurado habano entre bambalinas a la espera de una reaparición bajo el foco principal del escenario, que ya se vislumbraba este fin de semana con un acto de especial carga política en Cataluña desempolvando una oferta de gran coalición a socialistas y Ciudadanos que va a marcar desde hoy lunes el hilo argumental de su discurso, como única alternativa al fracaso de la repetición electoral una vez certificado que la mesa negociadora «a tres» tenía las patas quebradas.

El líder del PP espera resarcirse –ahora sí– de uno de los más aciagos días de su vida política, aquel en el que Sánchez, en la primera y raquítica reunión de ambos en Moncloa, le bajaba de la nube de esperanza por la coalición a la alemana plantándole un «NO» con mayúsculas, o lo que es lo mismo, constatándole que esta vez ganar podría por primera vez no suponer gobernar. Y espera hacerlo Rajoy ofreciendo al primer secretario socialista dos tazas del caldo que en su momento le fue despreciado. Es lo que toca tras una investidura fallida y posterior paseo por el ruedo político de un pacto moribundo firmado con el líder de Ciudadanos.

Pero para que ese puro de paciente espera acabe dejando el esperado regusto agradable queda por certificarse la defunción definitiva de un entendimiento del PSOE con Podemos, hoy en estado crítico pero no muerto. Al fin y al cabo estamos, eso sí con los plazos menguados, en la misma situación de la noche del 20-D, en la que los «quesitos» gráficos del reparto de escaños sólo atisbaban como alternativas o la alemana o la «greco portuguesa».

En la semana que hoy arranca algunas actitudes se mostrarán en la verdad de toda su desnudez, entre ellas la del propio Pedro Sánchez respecto al compromiso total de su pacto con Rivera, sabedor ahora más que nunca, y por si le cabía alguna duda, de que si aún le queda una exigua posibilidad de ser presidente es sólo con la anuencia de Iglesias, toda una prueba. Y ya saben, aunque en España, como apuntaba Ortega, todo es posible pero nada es probable, basta con una fugaz mirada al retrovisor para rememorar un acuerdo tan in extremis como de conveniencia para esquivar la vuelta a las urnas en Cataluña, que a más de un avezado analista sorprendía ese fin de semana regando el rosal del chalecito pareado.