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Arranca la precampaña electoral

La Razón
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Después del descansillo de la Semana Santa arranca la precampaña electoral. Lo hace todavía a medio gas, como con disimulo, salvando las formas antes de agotar el plazo reglamentario para formar Gobierno. Hay pocas posibilidades de que alguien sea investido presidente en el mes que falta. Lo va a intentar a la desesperada Pedro Sánchez después de su fracaso electoral y su ruidoso rechazo posterior en el Congreso de los Diputados. Va en ello su supervivencia política. A ver qué saca en limpio de su encuentro con Pablo Iglesias. En principio, por lógica, se trata de la historia de un desencuentro anunciado. Parece que los de Podemos no están por la labor de facilitar un gobierno PSOE-Ciudadanos, y estaría feo que Sánchez rompiera a estas alturas con Albert Rivera, su fiel socio de ocasión, y cambiara de pareja en pleno baile. Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible, que decía Cagancho.

Sánchez va a toda máquina en todas las direcciones. Señala con el intermitente a la izquierda y gira a la derecha. O al revés, da lo mismo. No hace con eso otra cosa que dar vueltas a la redonda sin parar, lo que vulgarmente se conoce como marear la perdiz. No va a ninguna parte. Lleva así dos meses largos. Y ya cansa. Su liderazgo en el partido está en entredicho. Por eso, para que apure sus últimas oportunidades de investidura y, sobre todo, para evitar la confrontación interna con Susana Díaz en plena campaña electoral, han decidido aplazar el congreso, que habían fijado para el 8 de mayo.

Todos los partidos piensan ya en el 26 de junio. Ninguno quiere cargar con el fracaso que esto supone. Por eso cada uno de ellos se esfuerza a partir de ahora en hacer ver al electorado que no tiene la culpa del bloqueo político que obliga a repetir las elecciones. El PP echa la culpa al PSOE por negarse desde el principio a hablar de la gran coalición. A Sánchez lo llaman «el señor No». Y a Rivera le acusan de haber elegido el socio equivocado, y confían en que esto le pasará factura en las urnas. Los socialistas y los de C’s exhiben como prueba de su inocencia el pacto de los doscientos puntos establecido entre ellos y que no ha sido asumido ni a derecha ni a izquierda. Y los de Podemos argumentan que ellos han sido consecuentes y le ofrecieron a Sánchez desde el principio un Gobierno de coalición con participación de todas las izquierdas, e Iglesias de vicepresidente. En todo este devaneo ha vuelto la dialéctica izquierda-derecha, base del bipartidismo, tan repudiado de entrada. La crisis política vivida hace que muchos descubran de nuevo las virtudes del modelo bipartidista, que da estabilidad al sistema y evita la confusión y la ingobernabilidad.

Con la entrada de abril, se calentará la campaña electoral. No es seguro que no varíen los resultados. La gente ha tomado nota. A juzgar por los primeros sondeos, baja Podemos, inmerso en peleas internas, no recupera posiciones el PSOE, aquejado de una crisis de liderazgo, y remontan algo el PP y C’s. A este último le favorece su aparente actitud dialogante y centrista, pero le pasará factura su compromiso con Sánchez, que es un perdedor y un candidato fracasado.

En el PP lo más negativo es la falsa crisis de liderazgo –seguro que cerrarán ostensiblemente filas a partir de ahora en torno a Rajoy– y los aireados escándalos de corrupción. El fracaso en la formación del Gobierno también afecta a la Corona. En esta primera prueba seria de su reinado, el Rey ha procurado actuar con la mayor prudencia. No faltarán, sin embargo, voces críticas que le acusarán de no haber ejercido con la debida dedicación su papel constitucional de arbitraje para la formación de Gobierno y «el normal funcionamiento de las instituciones».

Según estas voces críticas, se ha quitado del medio, como el árbitro que abandona el campo y deja a los contendientes a su aire, sólo dispuesto a firmar el acta final. Ni siquiera ha mantenido en este tiempo los despachos ordinarios con el presidente del Gobierno. Claro que los mismos le acusarían, si hubiera tenido un papel más activo en la formación de Gobierno, de interferencias indebidas. Habrá tiempo de analizar todo esto cuando acabe el partido.