Julián Redondo
Asedio insulso
Acuatro puntos del Madrid, con el aliento del Atlético en el cogote y el equipo en la espesura. Le cuesta al Barça sacar los partidos adelante con un patrón de juego, que es lo que le caracterizaba hasta hace nada. Luis Enrique prueba una fórmula contra el PSG, funciona y la archiva.
Cambio de registro en el Coliseum. Es capaz de encerrar al Getafe, pero no puede evitar que el Getafe le extienda por debajo de la puerta una receta para aspirinas porque, pese al dominio casi total azulgrana, le provocó varios dolores de cabeza. Domina, pero falla. Exhibe el efecto «butaterm», que calienta, pero no quema; pero lo que es invento fabuloso para una estufa, para un equipo de fútbol es un lastre.
Se distancia el Madrid del Barça en la Liga y Cristiano de Messi en esa carrera desenfrenada que es la del gol. Hasta que acierta en la diana, el portugués no sonríe, hace muecas de disgusto, gestos pueriles que a veces son de chiste y se desespera porque algún compañero tiene la ilusión de meter al menos uno y no piensa en sus récords. El argentino multiplica su actividad sobre el campo con respecto al curso pasado, ya no depende de Xavi e Iniesta como antes, parece autosuficiente; pero en partidos que se atascan le cuesta marcar porque al equipo, tan heterogéneo ahora como antes homogéneo, se le hace cuesta arriba encontrar el fútbol y la portería contraria. Duelos colectivos e individuales trepidantes, con un «outsider» que pisa fuerte, sin tanta alharaca, agarrado al partido a partido y pendiente de cualquier resbalón de los «zumosoles».
El Atlético posee menos plantilla y menos pegada; pero disfruta de esa solvencia que, por su irregularidad, condena al Barça. Y tiene una cantera de centrales: Velázquez es el último descubrimiento.
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