Julián Cabrera

Asesores y pajarerías

Si en algo se ha dejado las barbas el Gobierno de Mariano Rajoy en su primer año de complicada andadura, ha sido en la lucha por minimizar la desviación del objetivo de

déficit público. No quedaba otra, menos ingresos obligan al aumento recaudatorio por donde casi siempre y donde más duele y a la restricción del gasto.

Pero a poco que nos detengamos en esto último, regresa el inevitable interrogante sobre dónde se recorta y dónde se rasca para eliminar gastos superfluos, ya saben, esos «chocolates del loro» que para la vicepresidenta del Gobierno suman una pajarería. Y en este punto tocaría hablar entre otros de las famosas nóminas de asesores: Cuando Rodríguez Zapatero afirmó en aquel «tengo una pregunta para usted» que sus asesores de confianza en La Moncloa eran poco más de cincuenta, el PP tenía al día siguiente el dato real. Eran más de seiscientos.

Esa nómina se ha reducido considerablemente. Más allá, en lo único que ha aumentado el gasto en la sede de presidencia ha sido en la factura de la luz, –por lo que pudiéramos entender que, además de verse reducidas dietas y gastos de locomoción, menos horas no se trabaja en La Moncloa– pero queda mucho tramo por recorrer: Si en el último año el número de empleados públicos se ha reducido en un cuarto de millón, bueno sería en lo relativo a los «asesores de confianza» –léase eventuales– que los otros doce ministerios que mantienen el mismo número de asesores que en la etapa socialista tomasen nota del caso de Presidencia.

El mejor reconocimiento a los funcionarios, especialmente en comunidades como la andaluza o la catalana y ayuntamientos tanto de gobierno PSOE como de PP, sería acotar eso que eufemísticamente y como si fuera un comodín del responsable político de turno se llaman «libres designaciones».