José Antonio Álvarez Gundín
Asignatura de Religión
A Rubalcaba le dan espasmos como a la niña de «El exorcista» cada vez que oye la palabra «Religión», así que con la Ley Wert se le ha girado la cabeza 180 grados, como mirando hacia los años 80, cuando España y la Santa Sede derogaron el Concordato franquista y firmaron unos acuerdos en sintonía con la Constitución. Para el líder socialista, la nueva ley educativa está infectada por aquellos pactos, que serán rotos en mil pedazos en cuanto el PSOE vuelva al poder y encierre a los obispos en la sacristía. Como arrebato progre para que la militancia aplauda con un «Así se hace, Alfredo», la amenaza puede surtir efecto, pero como propósito de un futuro gobierno democrático deja mucho que desear. Si en las escuelas se imparte la asignatura de Religión no se debe a ningún cambalache con el Vaticano, sino porque es un derecho que el artículo 27.3 de la Constitución protege y reconoce a los padres. Son los progenitores, y sólo ellos, quienes deciden cómo educar moral y religiosamente a sus hijos, no el Estado, el cual desempeña un papel subsidiario y al servicio de ese derecho democrático. Por mucho que al PSOE le desagrade, conviene recordarle que el 66,7% de los padres solicita que sus hijos cursen Religión, lo que equivale a casi 4,5 millones de alumnos. ¿Qué piensa hacer con ellos Rubalcaba? Mejor aún, ¿también romperá los acuerdos que el Estado tiene con musulmanes y judíos para atender a los alumnos de estas religiones? Mal que le pese a la izquierdona asilvestrada que aún sobrevive por estos páramos, la asignatura de Religión no es un privilegio de la Iglesia ni, mucho menos, de los curas, sino un derecho de los ciudadanos. Es un sarcasmo que los mismos que impusieron como obligatoria y evaluable la doctrinaria Educación para la Ciudadanía se escandalicen ahora porque Religión sea una asignatura opcional de la que tendrán que examinarse solamemente los que la elijan.
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