Irene Villa

Atahualpa

El asunto de la trágica muerte de tres miembros de la misma familia por una supuesta intoxicación alimentaria nos ha sobrecogido el corazón. Justo en época de excesos y abusos alimenticios, esta triste noticia nos hace reflexionar acerca de la solidaridad. Si bien la crisis nos ha convertido a todos en personas más racionales gastando, también ocurre que muchas otras no han tenido otra opción que dejar de consumir. Cierto que hay ayudas, que, como sabemos, se han visto truncadas por los dichosos recortes, y también es cierto que no queremos que nadie se acostumbre a vivir de la beneficencia porque es algo que no dura eternamente. Pero creo que, además de los gobiernos, los ciudadanos podemos ayudarnos mucho unos a otros. Y no sólo en Navidad. En los mismos días en que nos lamentamos de estas pérdidas, y nos preguntamos si se podían haber evitado, seguimos leyendo casos de corrupción que no dejan de sorprendernos. Leemos condenas por cohecho, malversación de fondos públicos, estafas..., pero nadie habla de la condena moral de esos que han desvalijado las reservas de todos ocasionando una crisis aún más profunda y ahondando en el empobrecimiento de miles de hogares. Quizá no tiene nada que ver con esto, pero no puedo evitar retrotraerme a mi más tierna infancia, cuando escuchaba en casa a todo volumen a Atahualpa Yupanqui, de quien mis padres eran profundos admiradores, y de nuevo siento que me dice bien claro: «Hay un asunto en la tierra más importante que Dios, y es que nadie escupa sangre ''pa'' que otro viva mejor».