Alfonso Ussía

Atractivos

Un buen político, además de inteligente, preparado,intuitivo, honesto y consecuente, tiene que caer bien. En las televisiones se habla de «telegenia». Se oyen comentarios muy cursis al respecto. «Las cámaras están enamoradas de él o de ella». Allá las cámaras con sus amores. Ese enamoramiento no es otra cosa que el atractivo, que no tiene que ser exclusivamente físico, sino un conjunto de detalles que hacen de una persona un ser más agradable que las demás. El mundo actual considera fundamental el aspecto, pero se equivocan los que confunden aspecto con belleza y simpatía con credibilidad. Siendo ministras de Zapatero, Maleni caía mal y María Antonia Trujillo bien. Se desbordaba en la segunda su sinceridad y se adivinaba su valentía. La primera se quedó y a la segunda le aconsejaron que dimitiera. Ana Botella, que es una mujer inteligente, trabajadora y leal, carece de atractivo político. Y a Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes, les sobra.

El PP vasco perdió una buena parte de su atractivo cuando despachó de mala manera a María San Gil. Su presidenta actual, Arancha Quiroga,es una mujer formada, inteligente y muy guapa, pero no emociona al patio de butacas. Y hay hombres y mujeres en los partidos, con cargos de alta responsabilidad, que no se sabe el motivo, pero caen mal. Trabajan con honestidad, no descansan, viajan, unen, hablan y cumplen admirablemente con su deber, pero reducen los entusiasmos. Con todo respeto hacia ellos, creo que en el PP hay dos políticos muy válidos que disminuyen sus posibilidades de triunfo. El portavoz Floriano, que no habla bien siendo la soltura oral la única condición que se les exige a los portavoces, y Alicia Sánchez-Camacho, a la que nadie puede poner en duda su capacidad de trabajo en el PP de Cataluña, pero cuyos resultados en momentos de tan especial gravedad e importancia, ofrecen un balance negativo. ¿Merecen ser sustituidos? Por su comportamiento, no. ¿Haría bien el PP en buscarles un sustituto? Por sus respectivos saldos, si.

En la coyuntura por la que atraviesa la sociedad catalana, el PP tendría que salir beneficiado del descalabro de CiU. Sociológicamente, los nacionalistas moderados no independentistas coinciden en sus objetivos con los del liberalismo y conservadurismo de los populares. Alicia Sánchez-Camacho, en la calle, en los foros políticos y en el Parlamento de Cataluña, ha defendido con enorme tesón, valor y constancia la españolidad de Cataluña y la exigencia del cumplimiento de las leyes y de la Constitución que los catalanes aprobaron por abrumadora mayoría. Bueno, pues algo hace mal esta mujer, o no conecta, o tiene una manera de expresarse que produce rechazo, o vayan ustedes a saber el motivo, pero el Partido Popular, en las últimas encuestas, desciende considerablemente. En la publicada en LA RAZÓN, que no es medio dudoso por sus buenas relaciones con el PP de Cataluña, perdería un 11% de sus votantes, lo cual se me antoja desolador. Como el que desea ayudar a una persona que se ha caído en la vía pública,y el ayudado le arrea un bastonazo al entusiasta y bondadoso auxiliador.

El PP, que ha acertado en tantísimas ocasiones en sus políticas, incluidas las menos populistas, ha despreciado la simpatía y el buen rollo de sus dirigentes respecto a los ciudadanos.

«Hemos ganado, y tenemos el derecho a ser antipáticos». No es eso. Nadie en un partido político puede aspirar al poder vitalicio. El que funciona y suma votos, gana, y el que no acierta con la tecla y los resta, pierde. Con dolor lo escribo. Ana Botella perderá Madrid, y el PP, a este paso, se convertirá en un grupo marginal en Cataluña.