César Vidal
Austeridad toca
Verdaderamente lo que puede llegar a decir nuestra clase política resulta, en ocasiones, llamativo e incluso sicalíptico. Semejante comportamiento raya lo sobrecogedor cuando se escucha a las distintas fuerzas analizando los resultados electorales en el resto del mundo. ¿Qué gana Obama? El PSOE se apresuró a presentarlo como un ZP color betún mientras un sector del PP decía –no sin cierta razón– que, en realidad, se parecía más a ellos. La última manifestación de esa insensatez consistente en interpretar las elecciones foráneas como si fueran los españoles los que han acudido a las urnas se ha producido con la victoria de Angela Merkel. Hago excepción de los delirantes empeñados en afirmar que Frau Merkel, en realidad, ha perdido en las urnas y que, por lo tanto, Rajoy debe dimitir. Lo que me ha conmovido es asistir a las declaraciones de personajes nada secundarios en el PSOE y en el PP afirmando sin que se les moviera un cabello de la permanente, que el triunfo de Angela Merkel es el de sus respectivos partidos. No voy a entrar en lo que declaraciones semejantes tienen de separación de la realidad más obvia. Sí deseo referirme a lo que se nos viene encima. Alemania ha llegado a la situación en la que se encuentra porque tanto la derecha como la izquierda asumieron un conjunto de reformas absolutamente indispensables. Pudo mantenerse a flote la nación porque del sistema federal a los contratos laborales pasando por las prestaciones sociales todo se modificó a fin de que la economía no se desplomara y el paro descendiera a pesar de que no alcanzaba siquiera un ocho por ciento. Lo que ahora Alemania nos va a pedir –exigir, más bien– es que hagamos lo mismo y con mayor energía puesto que la situación de España es mucho peor. Podemos sonreír, inclinarnos, tocar las castañuelas o, si se da el caso, bailar la sardana, pero nada de eso va a cambiar la realidad. Ni podemos permitirnos el gasto público que sufrimos; ni es de recibo que un 27 por ciento de la población mantenga al 73 por ciento restante; ni el paro debe seguir en las cifras actuales; ni resulta sensata una reforma del sistema territorial que sea más costosa y desintegradora; ni cabe seguir colocando deuda como el que vende churros creando la sensación de que nunca tendremos que devolverla con intereses. Ni Angela Merkel ni sus electores nos lo van a consentir y cuanto antes actuemos en consecuencia, mejor será para todos.
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