Alfonso Ussía
Aviones
No pretendo establecer una comparación, y menos aún una equivalencia, entre el poder de Rusia y el de España en la economía y la influencia internacional. Prueba de ello es que en la Revolución bolchevique ningún comunista gritó «¡Viva España!», mientras que en la Segunda República Española, en los periodos de los gobiernos del Frente Popular, el «¡Viva España!» se consideraba una expresion delictiva y el grito patriótico obligado era el de «¡Viva Rusia!». Ahí estaban en la Puerta de Alcalá Stalin y Lenin, tan castizos ellos.
Putin, el presidente ruso, ha visitado al Papa Francisco. Llegó con retraso, pero se disculpó con devota humildad. No acudió en soledad. Le acompañaron once de sus ministros, y para ello fletó cinco aviones y envió previamente a Roma cincuenta coches blindados. Eso es poder. El mismo, o casi el mismo que aquel cliente de José María Stampa que tenía urgencia de hablar con su ilustre abogado. Eran las 8 de la tarde y Stampa se subía a un tren con destino Madrid que pasaba por la estación de Granada a las nueve. Y quedaron en la estación. El tren llegó, y Stampa, apresuradamente, recogió sus bártulos y equipaje para subir al convoy. El constructor lo tranquilizó: –No se preocupe, don José María. Este tren arrancará cuando yo lo ordene–. Y así sucedió. Eso. El poder. Lo resumió don Francisco Silvela. «El poder consiste en llamar a un funcionario que está feliz trabajando en Madrid y decirle que a partir del mes siguiente tiene que ocupar una plaza en Zamora».
Cinco aviones para un Presidente y once ministros. Cincuenta coches blindados. Y en España, el Príncipe de Asturias que no puede volar a Brasil donde era esperado en un viaje oficial. El avión estaba estropeado, y la aeronave sustituta, en trance de reparación. Ante todo la seguridad del Príncipe y de los pasajeros que le acompañaban, pero queda mal la «Marca España» y todo eso que viene detrás. Entretanto, el presidente de la Generalidad de Cataluña, Artur Mas, aterrizaba en la India en un avión alemán. Anda con Ghandi y Nehru, y desea el contagio de sus espíritus. Fue recibido por un grupo de artesanas que confeccionaban chales y pañuelos preciosos, y recurrió al embajador de España, Gustavo de Arístegui, para que éste le presentara a dos o tres hindúes influyentes. Son así. Al final siempre terminan solicitando la ayuda y las gestiones del embajador de España. Pero con anterioridad, llegó sin novedad en un avión de la «Lufthansa» que no estaba estropeado.
El Estado compró, años atrás, dos «Air Bus» de segunda mano a la compañía «Air France» para los viajes oficiales del Rey, del Príncipe y del Presidente del Gobierno. Dos aviones con más horas de vuelo que los baúles de doña Concha Piquer. Soy de la opinión –pero no me consultan–, que mejor comprar un avión nuevo y más pequeñito que dos grandes de segunda mano. El viaje a Brasil era importante, y el Príncipe se vio obligado a cancelarlo. La estética de la imagen. Un viaje privado es otra cosa, pero en uno oficial no se llega al punto de destino en un vuelo regular. El prestigio y la seriedad de una nación supuestamente desarrollada lo impiden. Mejor uno nuevo, pequeño y con amplia autonomía, que dos armatostes que cualquier día, nos dan un susto o un disgusto. Porque España, como tal, ha quedado mal en Brasil, el Príncipe también sin culpa alguna por su parte, y hemos dado una imagen bastante chapucera. Lo de Putin es muy gordo.
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