Lucas Haurie
Ayudando a cantar
El uso que hace Mercedes Alaya de la prisión preventiva (¡¡presión coactiva!!) no es, valgan los eufemismos, ni amable ni elegante. La película «La noche más oscura» ha causado un gran impacto entre los biempensantes neoyorkinos, que no desean saber cómo se enteró la CIA del escondite de Bin Laden. Tampoco al club de fans de la magistrada, salvando las distancias, le interesan los detalles acerca de los métodos de reblandecimiento de voluntades empleados por su ídolo para que algunos imputados menores la ayuden a «encajar las piezas», la cito textualmente, del rompecabezas de los ERE. Quédense tranquilos, porque estos modestos picapleitos y los comisionistas de cuarta a los que representan no tienen la capacidad de aguante de los combatientes de Al Qaeda, de modo que no es necesario simular ahogamientos: a alguno le basta para cantar la traviata la perspectiva de pasar tres noches hospedado en un calabozo. No es bonito, ni siquiera se ajusta milimétricamente al espíritu nuestro garantista sistema procesal, pero es lo que hay porque los delitos tienen en ocasiones unos muñidores que permanecen emboscados en el silencio ajeno. Y la certeza moral de Alaya sobre la cúspide de esta gigantesca trama cleptómana (la equis de Garzón cuando los GAL) nos maliciamos todos que es parecida a la que tenemos muchísimos ciudadanos; que, mientras no se demuestren los hechos, debemos guardarnos de exponer en público para no incurrir en calumnia. Pues alguien tendrá que aportar las pruebas, aunque sea después de haber quebrado su resistencia con un par de sustos.
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