Restringido

Bajos fondos

La Razón
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Las empresas privadas sólo responden ante sus accionistas, por tanto las decisiones de sus directivos son escrutadas por sus propietarios. Supongo, por tanto, que las decisiones que toma el consejero delegado del grupo Prisa, el señor Cebrián, reciben el refrendo de la propiedad del grupo. Para el director del diario «El País» no es fácil conocer la composición de la propiedad de su periódico, al menos eso respondió en una entrevista a un conocido diario. Sin embargo, a poco que se indague, la información fluye. El estadounidense Nicolas Berggruen, líder del fondo de inversión Liberty Acquisitions Corp, el grupo mexicano Herradura Occidente y dos «fondos buitre» (Monarch Master y Amber Capital), junto a tres bancos configuran el grueso de su accionariado. Por supuesto, también forma parte Telefónica, que ha hecho una inversión multimillonaria en la televisión digital dando más que oxígeno al grupo Prisa, a un precio que demuestra que «según se determinan los precios en el mercado libre no se asegura la mejor asignación». Los usuarios y accionistas de Telefónica esperan ansiosos los rentables resultados, que sin duda darán explicación de tamaña inversión.

En sólo tres años, entre 2009 y 2012, la familia Polanco ha pasado de tener más de un 70% de las acciones a disponer de menos de un 20%, es decir, Prisa ha dejado de ser un grupo familiar sólido nacional a ser carne de fondos de inversión.

Cambios tan radicales en la propiedad tienen, sin duda, repercusiones en la orientación del medio. El nombramiento del Sr. Caño como director del periódico, supuso el último tramo de un proceso de reconstrucción de la línea editorial del periódico. En efecto, con el Sr. Caño llega a la dirección del periódico la posición más conservadora que nunca haya tenido «El País». Defensor incondicional del presidente Bush en la guerra de Irak, próximo a las tesis neoconservadoras en política económica y defensor del ERE que supuso el despido de 129 trabajadores del periódico en el año 2012.

Esta misma semana se generaba un conflicto en el seno del periódico que se ha hecho público. El veto de una información referida a uno de sus principales inversores, Telefónica, ha provocado la crítica de sus profesionales y la polémica ha tenido como consecuencia la salida de varios periodistas del diario en los últimos días. El señor Caño ha impedido que la plantilla pudiese apoyar una carta crítica con el director, decisión que ha crispado aún más la situación.

Más allá de los conflictos internos que tenga la entidad, lo que sí es patente es que la presencia de nuevos propietarios está relacionada con un cambio en la línea editorial. Sin embargo, estos cambios no tienen por qué ser percibidos por sus lectores de manera inmediata. De hecho, muchos siguen entendiendo que «El País» es un medio de referencia de la izquierda social.

La transparencia es una condición en una sociedad democrática, el conocimiento de la propiedad es un elemento que ayuda a interpretar la orientación política de un medio de comunicación.

Un medio de comunicación privado es muy libre de cambiar su línea editorial, así como un lector es muy libre de dejar de comprarlo, la única condición que se exige en el mercado y en el juego democrático es lo que los economistas llaman «información perfecta». En realidad no es necesaria información perfecta, basta con que la asimetría de información de que dispone el lector no sea tan grande que le impida realizar un análisis crítico correcto de las informaciones publicadas.

El problema se hace mayor cuando el periódico intenta ir más allá de su condición informativa y decide ser actor político. La irrupción en los debates internos del Partido Socialista y su afición a influir en las decisiones de la dirección socialista hacen la situación difícilmente entendible.

El señor Caño, ideológicamente más próximo al adversario principal del PSOE, con la inestimable ayuda del Sr. Cebrián dirige la línea editorial del periódico que tiene vocación de ser titular de la elaboración externalizada, del pensamiento político del Partido Socialista.

El instrumento que derriba las defensas socialistas es que algunos siguen pensando que es el periódico que crea opinión pública en la izquierda. Sin embargo, cada vez son más los que, sin necesidad de conocer la composición de su electorado, la intuyen.

Si «El País» quiere volver a ser lo que fue debería empezar por despejar dudas acerca de la influencia de los intereses económicos de su propiedad en sus informaciones y que la dirección de su línea editorial no corresponda a un amante de los halcones que aspiran a llegar a la Casa Blanca.