Julián Cabrera

Barones inquietos

Las parroquias más fieles de los partidos políticos, los simpatizantes y votantes que difícilmente van a cambiar sus preferencias por una opción distinta, suelen tener poca dificultad para hacer la vista gorda ante determinados desmanes de gestión. Son lo que suele conformar el llamado «suelo» de las grandes formaciones con vocación de poder. Sin embargo hay algo que no perdonan y que tiene reflejo, no tanto en el cambio de opción política como en el hecho de quedarse en casa a la hora de acudir al colegio electoral. Hablamos de la imagen de división interna bajo las mismas siglas.

La holgada mayoría absoluta que los españoles concedieron a Mariano Rajoy en los pasados comicios generales y la bien ganada incontestabilidad del presidente dentro del PP, no garantizan sin embargo blindaje alguno contra una percepción de diferencias o algo más, que justificada o no, se ha acabado colando en algunos escenarios.

Viene esto a colación de que determinadas reformas legales y decisiones de gobierno ven la luz con una oposición en clave interna que acaba dando aliento a los adversarios políticos, sin contar con que grandes escaparates del proyecto popular de futuro como los congresos regionales andaluz y vasco, aun cerrándose a satisfacción se abrían bajo el estigma de unas diferencias innecesarias y en algún caso sobredimensionadas.

La acción del Gobierno nacional desgasta, y eso lo saben muy bien unos barones, muchos de ellos gobernando, que además tienen sus exámenes de continuidad un año antes de las generales, por eso de ellos, de los Bauzá, Feijóo, Monago, Fabra o González depende que algunas de sus reformas y medidas no sean interpretadas en clave de inquietud y desbandada, sobre todo porque los derroteros del Gobierno de Rajoy parecen señalar a mejores puertos que los de Rodríguez Zapatero.