Paloma Pedrero
Beber conciencia
Hoy es el último día del año, amanecerá 2013 y comenzará todo de nuevo. Porque siempre amanece. Y la luz reciente nos hace pensar en qué deseamos, qué motor rige nuestra vida, qué nos gustaría que pasase en el mundo. Conciencia, ese es mi deseo. Deseo que nace de un descubrimiento personal, el de que todo está dentro de uno. Y nuestra mirada y nuestro sentir es algo que podemos transformar. Con dificultad sí, pero podemos.
Ese poder cambiarnos a nosotros mismos, a pesar de las lacras genéticas, culturales, familiares, es a mi modo de ver lo más sublime que nos da la existencia. Nuestra composición ancestral es sólida, desde luego, pero no inquebrantable. No creo en el fatum, creo en el ser humano. La idea de que estamos condenados desde el nacimiento es un pensamiento cruel, infértil y, afortunadamente, incierto. Porque lo humano va unido a lo consciente. Y una vez que tomamos conciencia de que en nuestro mirar está nuestro sentir y el hacer del mundo, todo es posible.
Nada podremos mejorar afuera que no hayamos mejorado antes en nosotros. Si quitamos fanáticamente al que pensando que es malo, y nos ponemos en su lugar de poder, repetiremos la historia. Sólo buceando en nuestras raíces heridas, doblegando nuestra violencia, aceptando nuestro miedo e ignorancia, asumiendo nuestra responsabilidad social, podemos dar el primer paso a la transformación. Somos uno y únicos, pero estamos configurados para la relación, para el amor.
Así que ese es mi deseo para el nuevo año, que bebamos conciencia. El camino más hermoso está en la difícil tarea de aprender a amar. Primero a nosotros. Y desde ahí a los otros. Sólo así mejoraremos el mundo.
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