Julián Cabrera
Beneficio sin oficio
A vueltas con el proceso de primarias «exprés» iniciado por el PSOE andaluz, uno de los inevitables argumentos que se esgrimen frente a la candidata «favorita» Susana Díaz, y no precisamente de sus más leales simpatizantes, es el de su «oficio y beneficio» fuera del ámbito de partido. No es la única, porque el debate sobre los «currículos» profesionales de unos u otros dirigentes ni es nuevo ni dejará de ser recurrente sobre todo cuando la imagen de la clase política está por los suelos.
Pero puestos a tomar posición, no vendría mal recordar algunas perlas muy criticadas en su momento, aunque entiendo que llenas de sentido común, como la de Ana Botella exhortando a las juventudes de partido a que comiencen por formarse en el ámbito profesional o la de Esperanza Aguirre, ahora cazatalentos, pero con capacidad de dar titulares recordando que «los políticos deberían tener billete de vuelta y lugar profesional de retorno». La cosa es dura, porque algunos cargos electos saben que los votos no sólo les permiten sacar adelante un programa, sino esquivar el regreso al precio real de los cafés y del transporte público. En dos décadas tratando con políticos he visto desde alcaldes retomando su plaza de maestro de colegio hasta diputados asumiendo cátedras creadas previamente a su medida o completando desfases del peculio con la participación en tertulias. No seré yo quien deslegitime a cargos políticos por tener más o menos currículum, pero desde una perspectiva fría y objetiva, convendrán conmigo en que asesores llegados a los máximos aledaños del poder político, procedentes de un exitoso paso por el ámbito profesional para apadrinar desde la discreción alguna reforma estrella de esta legislatura, no necesitan ni enrocarse en el cargo, ni salidas por el túnel de vestuarios a algún improductivo despacho del organismo internacional de turno.
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