Cataluña

Bolsonaros por aquí, Echeniques por allá

Son años de predicar la disputa partidista como lance de guerra. Una década, tras la crisis, de jalear a los pirómanos del blanco y negro, a los agónicos enrollados del suma cero y a las dolientes voces que estabulan y castigan al otro, al adversario, al enemigo. Estas apariciones, hijas del populismo, letrina en vena, con sus querencias estalinistas y/o antisistema o sus sucios aullidos de ultraderecha, con su lenguaje de rompe y rasga y sus soluciones de quita y pon y sus perímetros morales y gusto por otorgar certificados de ciudadanía, siempre estuvieron ahí, agazapadas. Pero quién sabe si la cerilla inflamable de las guerras mundiales, el recuerdo de millones de muertos, las mantuvo en su justo papel. Patéticos monigotes sin más aspiración que un fugaz minuto de gloria. Todo cambió desde el triunfo de Donald Trump y el posterior Brexit.

De un tiempo a esta parte y de Viktor Orbán y Marine Le Pen y de Matteo Salvini y Nicolás Maduro a, en España, Oriol Junqueras, Gabriel Rufian, Pablo Iglesias y Carles Puigdemont, el mundo se nos está llenando de chiflados esencialistas, indisimulados enemigos del liberalismo y siniestros patriotas de la tribu. El último en sumarse al coro ha sido el muy nauseabundo Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal, que aspira a convertirse en presidente de Brasil. Un tipo que defiende orgulloso la dictadura de los sesenta y setenta, el uso de la tortura, y que se declara fan del coronel Carlos Brilhante Ustra. Un ex militar, partidario de repartir armas como caramelos en un país con decenas de miles de asesinatos al año, fanático de la pena de muerte, machista hasta la hez y homófobo como una suerte de pastor evangélico y ultra. Alguien que no duda en opinar que «Al hijo que empieza a verse así, un poco gay, hay que darle una buena paliza para cambiar su comportamiento ¿verdad? Algunas personas que conozco me han dicho “qué bueno que me pegaron de niño, mi papá me enseñó a ser hombre”». A la diputada María del Rosario le escupió que no «merece ser violada» por «fea». En fin, si a usted le repugna la condescendencia de medio arco parlamentario español con el golpismo en Cataluña, pero disculpa a tipos como Bolsonaro, asómese al espejo. Cuidado no descubra ahí a un Abascal, a Otegi, a un Echenique.