Julián Cabrera

Bomba de relojería

Me llamó poderosamente la atención, por la dimensión del personaje, la reflexión que sobre el paro juvenil en Europa realizaba el ex todopoderoso líder de la socialdemocracia alemana Helmut Schmidt en su más que recomendable libro «Mein Europa», sobre todo en el capítulo en el que avisa sobre la auténtica bomba de relojería que suponen tasas de desempleo entre menores de 30 años como la española cercana al 50 por ciento.

La reflexión de Schmidt llama inevitablemente a contemplar otras derivadas. Las huelgas que hace días vivía nuestra Universidad pública, no exentas de reiterados episodios de violencia urbana y con especial referencia en lo ocurrido en la Complutense, no arrojan excesivos elementos de sorpresa, pero sí obligan a un diagnóstico más allá de la mera inoperancia de un rector como José Carrillo, más pendiente de la intachabilidad de su izquierdismo de grafiti y de piquete porrero que de la seguridad del paraninfo y el derecho a acudir a clase.

Es cierto que para los jóvenes de cualquier época resulta más cautivador el elemento refugio de pertenecer o simplemente adherirse a un grupo o una tribu, por eso hay que situar en su justa medida algunos eslóganes, más propios de la universidad de los setenta y que hoy suenan cuando menos a chirriantes «palabros» en boca de jóvenes que curiosamente arremeten contra valores ganados con tinta y sangre.

La mayoría de estudiantes, en su idealismo, no son un problema. En condiciones normales su siguiente fase de preocupación debiera ser la de sus prácticas, su primer trabajo o su primera hipoteca, por eso ojo con cerrar la puerta del empleo juvenil, porque eso sí que legitimaría a quienes tratan de manipularles con espantajos chavistas y antisistema. Paro y desesperanza sí son una bomba de relojería.